Soy guionista...y mientras espero cobrar, soy autónomo

Los profesionales que se dedican a la televisión, la mayoría, atraviesan un largo camino desde que escriben el guión hasta que le sacan el fruto.

Soy guionista...y mientras espero cobrar, soy autónomo

Guionista. Es una de las profesiones que despierta más evocaciones. Es creativa, sugerente, personal, imaginativa…Pero requiere grandes dosis de paciencia, además de una vocación inmensa. Estos profesionales aspiran como todos a ver realzado su trabajo y luchan día a día en un mundo que tiene unas particularidades muy señaladas. En nuestro país existen unos 800 guionistas afiliados o asociados

Un guionista puede trabajar para el cine o para la televisión. Los que lo hacen para la gran pantalla son autónomos, trabajadores por cuenta propia que escriben sus guiones y los intentan vender, con éxito o sin éxito, o que realizan su trabajo por encargo. Esto último ocurre, casi siempre, cuando se quiere llevar al cine la adaptación de una obra literaria. En España, además, es frecuente que los directores también ejerzan de guionistas de sus películas, lo que reduce la nómina de los entregados puramente al cine.

Lo particular del sector se produce con los guionistas de televisión, la mayoría de los que se dedican a este oficio. Aquí es donde la situación laboral se complica hasta extremos desesperantes. Para un profesional del guión televisivo -ficción, no ficción y programas de todo tipo- es muy difícil ir por libre. Tiene que integrarse en un equipo, bien de una productora o bien de una cadena de televisión. Los hay que tienen contrato laboral y son trabajadores por cuenta ajena de una empresa o de otra. Pero son los menos.

Proceso de trabajo

Hasta en el mismo sindicato ALMA, creado en 1989 por autores de guiones de prestigio para unir fuerzas, reconocen que la dinámica televisiva es muy compleja y que las mejoras se están consiguiendo poco a poco.

El mecanismo de trabajo es el siguiente: una productora -las propias cadenas cada vez menos por si mismas- tiene un proyecto de programa. Lógicamente, encarga el guión. El autor lo escribe, por su cuenta, sin depender de la empresa. Es a partir de entonces cuando se produce lo insólito de esta profesión: ese escrito, realizado por el que es un trabajador autónomo, dado de alta como tal, no puede materializarse sin más. Su autor, si ha conseguido que salga adelante, debe integrarse en un equipo. Empieza a realizar un trabajo de empresa: con horarios, reuniones y jefes, que son los coordinadores del equipo de guionistas y que son asalariados.

Y el proceso se va complicando. Es lo que en el sector, y en el propio sindicato, llaman “el territorio intermedio” de la producción. El guionista entrega su trabajo a la productora. Pero ésta no se lo paga hasta que el producto no ha sido comprado. Firma con el profesional un “contrato de opción”, mediante el cual el autor pierde la exclusividad sobre su escrito. Y mientras alguna cadena compra el programa o serie en cuestión, lo que suele tardar entre tres meses a un año en la mayor parte de los casos, el guionista no ve un euro. Se dan casos de profesionales que contactan directamente con las cadenas televisivas para venderles el guión, pero no es lo corriente.

El asesor jurídico de ALMA, Tomás Rosón, explica a AyE que el sindicato está luchando con los guionistas para que éstos no cedan sus derechos gratis durante el “territorio intermedio”, para que reciban alguna compensación en ese periodo de espera. Además, hay que tener en cuenta que la negociación puede terminar sin venta del producto a ninguna cadena. En ese caso, el guión hay que tirarlo a la basura. “Se ha quemado, ya no vale, cualquier otro posible comprador sabe que ha sido rechazado y es muy difícil que se arriesgue”, añade Rosón, “por eso es tan importante que cobren los derechos”.

Se ha vendido el producto

En el mejor de los casos, la productora logra vender el programa o la serie. Lo que no significa que aquí acabe el tortuoso camino del profesional. Normalmente, las cadenas compradoras no encargan de una vez TODO el producto. Piden primero un desarrollo, lo que en el argot del sector se conoce como biblia y un programa piloto. El guionista trabaja en esta fase como empleado a tiempo completo pero sigue siendo autónomo.

Es en la fase de producción propiamente dicha, superadas ya todas las preparaciones, cuando el guionista se convierte en trabajador por cuenta ajena, a las órdenes de una empresa, con un contrato de obra y servicio. Su guión, a estas alturas, ha podido perder ya buena parte de su originalidad. Todos, cadena, productora, coordinador, le han podido modificar escenas enteras, matar o revivir personajes, cambiar diálogos, sugerir otras localizaciones, etcétera. Y si la serie o el programa se alargan en antena, las variaciones sobre el original pueden ser infinitas.

Convenio y tarifas

El sindicato ALMA declara que a finales de 2014 lograron que los guionistas fueran incluidos en el convenio vigente para los trabajadores del sector audiovisual. Si bien éste sólo afecta a los que trabajan para la televisión (los de cine siguen siendo autónomos cien por cien) y para los contratados.

Otro problema con el que se enfrentan estos profesionales es el de los precios de sus trabajos. En octubre de 2012 la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) impuso a ALMA una multa de 30.000 euros por “convenir precios” y afectar a la libre competencia. El abogado del sindicato explica que lo que habían hecho era una lista de tarifas orientativas que recomendaban a sus afiliados y al sector en general.

Y, por fin, una buena noticia para estos profesionales: tienen derechos de autor. Si su trabajo se ha llevado a cabo en forma de ficción, de programa televisivo o de película, los autores cobran cada vez que estos productos se exhiben. Al menos en España, donde los derechos de autor son irrenunciables e intransferibles. Si la obra salta fuera de nuestras fronteras, el autor del guión ha de acogerse a la legislación vigente sobre el particular en el país donde se exhiba su obra.