En pocas manzanas, Madrid ofrece cuatro tipos de mercados para disfrutar

Con las Navidades llamando a la puerta, proponer una ruta gastronómica puede sonar a hartazgo. Pero si darse una vuelta por los mercados madrileños más céntricos supone, básicamente, comer y beber, no menos importante es la vertiente cultural y turística que se desprende. Incluso, si se busca con otros ojos, se puede dar una oportunidad al sentido comercial. La mayoría cuentan con posibilidades para establecer pequeños negocios para aquellos emprendedores que se animen a sumarse al ocio gastronómico más moderno.
En pocas manzanas, Madrid ofrece cuatro tipos de mercados para disfrutar

La transformación de antiguos mercados de abastos en centros para disfrutar es una costumbre muy en boga en Europa y América y que llegó a España hace relativamente muy poco tiempo. Lo que ocurre es que se ha cogido carrerilla, hasta el punto de que en ciudades como Madrid se pueden encontrar hasta cuatro de estos mercados sin moverse de unas cuantas manzanas.

El inicio no podría ser otro que el ya famoso Mercado de San Miguel (Plaza de San Miguel), el pionero en ofrecer tapeo, viandas de calidad para comprar y estancia turística a quien lo visite. Inaugurado en 2009, sirvió para volver a la vida al edificio que ocupa la plaza del mismo nombre y que desde 1912 albergaba un mercado de abastos entre columnas y vigas de hierro. Una construcción muy de principios del siglo XX, con los elementos a la vista y con mucha entrada de luz. Este edificio es Bien de Interés Cultural, aunque si no llega a ser por la moda de los market gourmet, importada de Estados Unidos, quién sabe lo que hubiera ocurrido...

Para disfrutar de San Miguel hay que recorrerse sus 33 puestos de espacio, la nave no es muy grande, y detenerse en el que colme los gustos. Además de tapear, también se puede adquirir alimentos y llevarlos a casa, pues no hay que olvidar que, al fin y al cabo, estamos en un mercado. Lo mejor es acudir entre semana, ya que si de algo peca este espacio es de saturación en fines de semana y periodos festivos, como las navidades o la Semana Santa. Y otro consejo: considerar este paseo gastronómico un capricho, no es barato.

Saliendo a la calle Mayor y subiendo a la Gran Vía desde la Puerta del Sol, se emboca la calle Fuencarral y se llega al Mercado de San Ildefonso (Fuencarral,57), el más moderno del recorrido. Moderno por la fecha de su puesta en marcha, por su estética y por su concepto. A pesar del nombre de “mercado”, en realidad se trata de un conjunto de establecimientos, hasta 18, para degustar comida y bebida en poco tiempo pero con productos de calidad y todo ello bajo un marco que imita las antiguas fábricas del siglo XX. Es el neoyorkino Street food market, un espacio para picar algo, comer sin prisas pero sin esperas o tomar una copa después del trabajo o mientras se hace un descanso si se está por la zona.

Tiene un patio ajardinado, que se disfruta mejor en las épocas de buen tiempo, y espacios pensados para celebrar todo tipo de eventos, si bien no multitudinarios.

Desde San Ildefonso, por la misma calle Fuencarral, se llega a Tribunal. Allí se encuentra el Mercado de Barceló (Barceló, 6), que continúa cumpliendo su función de mercado de abastos pero en un edificio con firma de autor. Este mercado cuenta con tres plantas y es polivalente, pues además de los puestos hay un polideportivo y una biblioteca pública.

Los 103 establecimientos comerciales, algunos de toda la vida para los vecinos del barrio, conviven con puestos donde tomar algo y un restaurante en la planta superior con una amplia terraza.

Tras un paseo corto, se llega a Chueca, donde el Mercado de San Antón (Augusto Figueroa, 24) domina las compras de alimentación de la zona. Este lugar, que desde 1945 albergaba un edificio con el mercado típico, se ha convertido en un espacio de ocio gastronómico y venta de productos alimentarios tanto nacionales como internacionales. Sus precios son asequibles y su variedad es enorme.

Un gran atractivo de este mercado es el restaurante de la última planta, cuya terraza hace las delicias de los que pasan los meses de verano en Madrid. Ofrece un servicio único: el cliente puede comprar cualquier producto en los puestos de las plantas inferiores y pedir en que se lo cocinen a su gusto.