Empezaron con 50 ponedoras y ahora facturan más de ocho millones de euros

Esta es la historia de la familia de emprendedores que "reinventó" hace 26 años los huevos camperos

"No producimos huevos, cuidamos gallinas". Es la máxima de Pazo de Vilane, un negocio familiar de huevos de gallinas criadas en libertad que nació hace 26 años, cuando ninguna empresa apostaba por la sostenibilidad.

huevos camperos
Esta es la historia de la familia de emprendedores que "reinventó" hace 26 años los huevos camperos
Esta es la historia de la familia de emprendedores que "reinventó" hace 26 años los huevos camperos

"No producimos huevos, cuidamos gallinas". Es la máxima de Pazo de Vilane, un negocio familiar de huevos de gallinas criadas en libertad que nació hace 26 años, cuando ninguna empresa apostaba por la sostenibilidad.

Emprender es un camino pedregoso y en el que sólo alcanzan el verdadero éxito aquellos que visualizan grandes proyectos donde el común de los mortales no percibe nada. O, por ejemplo, sólo ven un huevo. Cuando hace 26 años muy pocos sabían la diferencia entre ganadería extensiva e intensiva, y el término "sostenible" ni si quiera estaba recogido en el diccionario, la familia Varela-Portas supo ver un nicho de negocio en las gallinas criadas en libertad.

Hoy, la empresa a cargo de los tres hermanos Varela-Portas, iniciada por su padre, se llama Pazo de Vilane y vende huevos de gallinas criadas de forma extensiva, o "huevos de casa", como los llaman ellos, a empresas de la talla de El Corte Inglés. Esta idea, que hoy calificamos como sostenible y responsable, se catalogaba en aquel entonces de revolucionaria e insensata. De hecho, los comienzos no fueron nada fáciles para esta familia gallega. Su marca, que ahora es todo un referente en la alimentación gourmet y sostenible, empezó vendiendo los huevos de poco más de 50 gallinas puerta a puerta, a los vecinos de alrededor de su finca emplazada en un pequeño pueblo gallego de menos de 2.000 habitantes.

Precisamente esta finca es el pilar del proyecto que ha llevado al éxito a la familia Varela-Portas. En 1996, estos emprendedores abandonaron Madrid para regresar al Pazo familiar en Antas de Ulla (Lugo) y recuperar esa histórica propiedad -en manos de sus antepasados desde el XVIII- así como la agricultura y ganadería extensivas, las tradiciones, y el valor de la vida en el campo. 

La tarea no era baladí. En aquel entonces, hace 26 años, los jóvenes lucenses emigraban a las ciudades (algunos deslumbrados por sus atractivos, otros obligados por la falta de trabajo) por lo que los pueblos del interior gallego perdían inexorablemente población e ilusión. Existían además otras dificultades añadidas. Toda esa cultura de preservación y revalorización de las tradiciones culinarias que hoy disfrutamos estaba todavía en mantillas y no existía en España una demanda amplia y pujante de alimentos de calidad. 

Pazo de Vilane  o cómo lograr el éxito vendiendo huevos de gallinas criadas en libertad

Sin embargo, la familia Varela-Portas creía en Pazo de Vilane y en su destino como centro agrícola y ganadero de la comarca de A Ulloa. Por ello apostaron por la revitalización de la avicultura tradicional y las gallinas criadas en libertad, tal como hacían las antiguas aldeanas gallegas.

La avicultura tradicional se había abandonado a partir de los años 50 en nuestro país para dejar paso a una pujante industria avícola muy automatizada basada en gallinas enjauladas. De hecho, ninguna marca española ofertaba lo que hoy conocemos como huevos camperos; se pensaba que este modo de producción extensivo y en libertad no podía ser viable ni rentable. 

Pero a través de su modelo extensivo, Pazo de Vilane se convertía en pionero del huevo campero en la España de finales de los 90, y demostraba que se podía llevar este alimento de calidad extraordinaria a todas las mesas. Los comienzos fueron duros y llenos de incertidumbre. Comenzaron con 50 gallinas y vendiendo sus huevos en las tiendas locales, cargándolos en el maletero del coche de Nuria Varela-Portas, una de las hijas de la familia y hoy gerente de la empresa, que había pasado los últimos años en Londres trabajando como economista.

“No tuvimos mucho tiempo para pensar. Nada más alojar a las gallinas, comenzaron a poner huevos. Así que había que hacer algo con ellos. ¡Y rápido!”, explicó la emprendedora.

De vender a pequeños comerciantes gallegos a surtir al Corte Inglés

Una vez conquistado el comercio local con sus “huevos de casa”, como se denominaban en la Galicia rural, la primera gran oportunidad vino de la mano de los centros de El Corte Inglés en Galicia, que intuyeron algo “único” en esos huevos que se presentaban en un estuche distinto y atractivo.

“El único secreto de nuestro producto residía (y aún lo hace) en el bienestar animal. Ese es el auténtico motor y razón de ser de Pazo de Vilane. El sabor tan natural, tan 'a campo' de nuestros huevos es sólo fruto de nuestro modelo de crianza propio. Nuestras gallinas reciben lo mejor que podemos encontrar: el maíz y las leguminosas de mayor calidad, largas horas de pastoreo diario en los prados frescos y verdes del Pazo, gallineros pequeños muy bien cuidados, granjeros especializados…”, apunta Piedad, la otra hermana Varela-Portas, y actual directora de Marketing, Comunicación y RSC.

Buen producto y publicidad: la clave del éxito

El buen marketing también ayudó en el éxito de Pazo de Vilane. La elección del envase, su reconocida caja de cartón con la emblemática gallinita punteada en verde, fue todo un acierto. Este envase ha sido premiado en certámenes de diseño y packaging y ha formado parte de exposiciones internacionales.

Su caja artesanal no sólo les brindó una imagen memorable y reconocible por parte del consumidor, sino que llegó a marcar un hito en el lineal. En los años siguientes las demás marcas de huevos fueron abandonando la antigua y poco sostenible huevera de plástico para adoptar el cartón en sus estuches, que hoy día es el material estándar en el sector.

Empezaron con 50 gallinas y ahora facturan más de 8 millones de euros y emplean a 45 personas

En la actualidad Pazo de Vilane factura más de ocho millones de euros al año y cuenta con 200.000 gallinas repartidas en sus fincas de la Comarca de A Ulloa. Da trabajo a 45 personas, con una media de edad de 30 años -empleo femenino, en su mayor parte-, y ha incorporado en su producción a granjeros integrados de la zona que asumen sus protocolos y controles.

Tienen claro que el negocio puede crecer, pero despacio y sin cambiar la esencia: el bienestar animal frente a todo. Porque sólo las gallinas bien cuidadas y alimentadas, con pastoreo diario y con crianza controlada en gallineros pequeños, ponen los huevos más sabrosos. De ahí la máxima que ha acompañado a Pazo de Vilane desde sus inicios: “No producimos huevos, cuidamos gallinas”.