¿Por qué esta emprendedora dejó de ser directiva en una multinacional para crear bolsos de lujo?
Tras dos décadas en la dirección de grandes marcas, como Red Bull o Llaollao, Cristina Saeta decidió atender a lo que siempre fue su pasión y crear, junto a su madre, Bolsos Azorín. Una marca artesanal de productos de lujo, únicos y sostenibles.
Cristina Saeta es el vivo ejemplo de emprendedora de corazón, que no se deja tentar por las innegables bondades y privilegios de una exitosa carrera directiva, y acaba haciéndole caso a su instinto. Tras casi dos décadas en la dirección de marca y estrategia de negocio de dos multinacionales, como Red Bull y Llaollao, ha sabido, querido y finalmente podido dedicarse a algo totalmente diferente: la creación y venta de bolsos exclusivos, hechos a mano, con diseños únicos y su propio sello: Bolsos Azorín.
Nacida y criada en Alicante, vivió su primer cuarto de siglo inmersa en una cultura de esmero y dedicación por el trabajo bien hecho. Su madre, Dolores Azorín –de ahí el nombre de la marca– trabajó durante años para renombradas marcas de moda y complementos multinacionales, e infundió en su hija un aprecio singular por el trabajo manual detallista y la pasión por la artesanía.
Su trayectoria en ambas multinacionales, aunque repleta de éxitos profesionales “y de crecimiento personal, no estuvo exenta de desafíos. Los viajes internacionales constantes, una agenda abrumadora y la deshumanización percibida en algunas facetas del mundo corporativo” la llevaron a un punto de inflexión. Se dio cuenta, “afortunadamente a tiempo, de que necesitaba reconstruir mi vida profesional para alinearla con mis valores fundamentales”.
A través de Bolsos Azorín, Cristina Saeta no sólo ha vuelto a sus raíces, sino que también ha creado un camino para que otros puedan seguirlo, “demostrando que es posible tener éxito en los negocios, manteniendo la integridad y celebrando las tradiciones que nos hacen únicos”.
La emprendedora consiguió alcanzar puestos directivos en multinacionales como Red Bull o Llaollao
Su caso, no obstante, es singular casi desde el principio. Puesto que, para empezar, estudió Ingeniería de Telecomunicaciones, “aunque siempre supe que no era lo mío. Para ayudar en el pago de mis estudios entré a trabajar en Red Bull, que es una escuela fantástica para los interesados en el mundo del marketing, como era mi caso, y cuando acabé la carrera tuve que tomar una decisión: ‘¿Sigo mi pasión por el marketing o busco trabajo como ingeniera?”.
Ganó su instinto, siguió el camino del marketing, obviamente más glamuroso que el de la ingeniería, “y comencé a escalar posiciones en Red Bull, formándome bien con un máster, mediante el cual gané mucha seguridad en mis conocimientos. En la multinacional de bebidas energéticas llegó a ser directora de marca “en toda la parte de los estudios de mercado, publicidad, activaciones de consumo en el punto de venta...”.
Sin embargo, siempre reflexionaba: “¿Me va bien a nivel profesional, porque estoy en una compañía fuerte y muy bien construida, con un posicionamiento de marca excelente... o podría en realidad enfrentarme a otros retos?”. Ya entonces, al comienzo de esta década, le entró el gusanillo de crear una marca propia como autónoma, “de dejar una huella en el mundo. Pero se cruzó en mi camino Llaollao, donde me propusieron llevar el desarrollo de la marca, muy bien establecida en España, a nivel global. Y la verdad es que me lo pensé muchísimo: quería montar mi propio negocio, pero al mismo tiempo lo veía como una meta siempre a mi alcance”.
Esta emprendedora se tomó su nuevo desafío profesional como un paso intermedio, para entrar en la compañía de yogurt helado “como mano derecha del fundador y propietario. Es una marca bien construida, pero que aún tiene por delante mucho recorrido. Pero si se hacen las cosas bien, en los próximos años puede convertirse en una marca muy importante a nivel mundial”. El caso es que Cristina Saeta llegó a un punto de saturación profesional: “Tenía ideas muy claras, aunque no era capaz de desarrollarlas y entraba un proceso de frustración; a lo que hay que sumar que no supe medir mis fuerzas pues que era un puesto con enormes exigencias, muchos viajes –con destacada presencia en Asia– y me condujo al agotamiento mental”. Su cuerpo la frenó y hubo de parar, a riesgo de caer enferma en caso contrario.
La artesanía y la sostenibilidad son los principales valores de la marca
Le salvaron unos meses de descanso, repasando los inicios de Bolsos Azorín. “Y en cuanto me recuperé, me puse a tope con mi marca, hace exactamente un año: junio de 2023”. Cuando esta emprendedora soñaba en dejar huella, lo hacía pensando también en ese perfil de generación, el de su madre, “que nunca tuvo las oportunidades que nosotros hemos tenido. Quería empoderarla, porque veía que no era consciente de su propia valía profesional, del verdadero valor de su trabajo para grandes marcas de lujo”.
“Teníamos que crear una marca juntas. Aunque a mi madre le dio vértigo sólo con pensar en la inversión”. El apellido de su progenitora, con una presencia tradicional en su Alicante natal, “me ayuda con mi idea de vuelta a los orígenes, a dar valor a las cosas que tenemos, que sepamos valorar lo que hay detrás de cada producto… En otras palabras, Bolsos Azorín refleja el slow fashion, la artesanía, el valor de las cosas hechas con dedicación y mimo”.
El valor añadido de esta firma de bolsos es que trabaja con técnicas artesanales y con un nivel de calidad muy elevado, “respetando una cadena de producción ética y obteniendo como resultado tenemos unos bolsos muy prácticos, sumamente cómodos y combinables, y con un toque indudable de elegancia”. La tela empleada es en su gran mayoría de algodón ecológico, y sus proveedores son todos de la provincia de Alicante. “Aunque para las cremalleras hemos recurrido a alguna fábrica del Norte de España”. Pusieron en marcha su propio taller, creando ellas mismas las producciones, “y ahora, que estamos creciendo, hemos empezado a subcontratar artesanos locales, que nos hacen la producción”.
La marca vende directamente a través de internet, aunque acaba de inaugurar un puesto temporal en plena Gran Vía madrileña
Su venta es directa al público final, a través de su página web. Y cuentan también con un show room recién inaugurado en plena Gran Vía madrileña. “Hay tiendas que se han interesado, y mucho, por el producto, y también lo venden. Pero en estos momentos no pensamos tanto en llegar de forma masiva al punto de venta como en estrechar lazos al consumidor final a través del marketing digital”, señaló esta experta que, de momento, confiesa que no puede hablarse de grandes cifras de negocio. Pero que su inversión inicial, de 30.000 euros, se encuentra cerca de estar rentabilizada.
De momento, Cristina Saeta quiere cuidar mucho su imagen de marca, reforzar aún aspectos como la fotografía de producto, “que es muy complicada. Intentamos crear imágenes que reflejen elementos muy característicos de la provincia de Alicante: azulejos de cerámica, ollas de barro… un marketing muy visual”. Y enseguida hacen partícipes a los clientes de sus actividades. “Por ejemplo, si vamos a una feria de muestrario, les contamos cómo ha sido la experiencia y, al mismo tiempo, documentamos todos los pasos de una marca pequeña. Porque hoy, los consumidores buscan la transparencia en las firmas que consumen”.
Una vez sentados los cimientos y haciendo las cosas como es debido, esta emprendedora considera que lo único que les hace falta para convertirse en una gran marca no es dinero, “sino que es cuestión de tiempo. Sentar unas buenas bases requiere trabajar a fondo el posicionamiento, que es cuestión de años. Ahora, realizamos producciones pequeñas, y eso conlleva que, cuando un modelo funciona, se nos agota enseguida. Lo que significa que nos falta capacidad financiera, que adquiriremos con el tiempo. Sin prisa”, concluyó la cofundadora de Bolsos Azorín, que no desea buscar financiación, “porque no quiero que este proyecto pierda su esencia. Hay una parte emocional muy grande, y mi madre y yo somos felices, porque estamos juntas más tiempo”.