Cómo diversificar si eres guarnicionero
Una guarnicionería y una tienda de toldos son dos actividades que no suelen estar relacionadas, pero que han sido la combinación perfecta para que un autónomo pudiera mantener abierto el pequeño negocio familiar que heredó de su padre. Ambas están sujetas a una estacionalidad, pues cuando llega el frío la época de poner toldos se acaba y empiezan los encargos de guarnicionería.
No hay época del año en la que este autónomo de Estella, una localidad de Navarra deje trabajar. La estacionalidad de las dos actividades que realiza le han permitido mantener con vida el oficio y negocio que le enseño y heredó de su padre cuando era pequeño. Ahora con 61 años, un nombre en el sector y un negocio reinventado que combina la artesanía y la pequeña industria bajo una misma página web, busca una persona con la misma ilusión y entusiasmo que él para heredar el negocio.
“Tengo un chaval trabajando y tengo esperanzas para que siga con negocio, junto con otro” ha explicado Antonio Domblas, guarnicionero de toda la vida y creador de toldosdomblas.com, a Diario AyE. Además, ha señalado que se trata de un negocio donde “siempre hay trabajo, porque yo tengo mucha clientela de tantos años trabajando. Aquí me conocen mucho”.
Domblas ha asegurado que en el negocio de guarnicionero y de poner toldos siempre hay algo que hacer, porque aunque no se realicen o se contraten nuevos trabajos, las piezas se rompen y “siempre hay arreglos”.
Ser guarnicionero es un oficio que antiguamente era muy común en Estella, la localidad de Pamplona donde Antonio Domblas desempeña su actividad, y donde había alrededor de 13 o 14 guarnicioneros “por aquel entonces”, que creaban los aparejos que utilizaban los ganaderos para poder utilizar a los animales en su labor. “Poco a poco los guarnicioneros empezaron a desaparecer con la llegada de las máquinas, pero nosotros -su padre y él- nos mantuvimos firmes”.
La utilización de maquinaria y de remolques en el campo, le dio a Antonio Domblas la idea de diversificar el negocio familiar hacia la fabricación de toldos “para los remolques y para los bares”. Esto posibilitó que pudiese no sólo continuar con la actividad de guarnicionero, sino que hizo posible la contratación de una persona más durante los meses de verano “porque hay mucha demanda hasta septiembre, porque es cuando más caliente el sol”.
Sin embargo, es en el invierno y en los meses más fríos cuando recibe más encargos de guarnicionería. Estos les llegan del boca a boca, “se han ido enterando de mi trabajo por ahí y me van llamando para quedar conmigo”. Domblas ha apuntado que muchas veces queda con estos clientes en ferias o eventos sobre ganadería en las que aprovecha para ver y coger las medidas del cuello del animal para poder luego fabricar, por ejemplo, el collarín.
De hecho, cuenta que anecdóticamente se encontró en la feria con el dueño de una cooperativa que tenía un burro con un collarín que había hecho él hace años atrás y que había reconocido “porque este tipo trabajo es inconfundible”, al que le contaba que tenía de cliente a alguien de la competencia. Domblas se asombraba al descubrir que dicho cliente iba presumiendo de esos collarones los traía él de Argentina “cuando los hacía yo en Estella”.
Asimismo, este autónomo señala que si en el transcurso de hacer toldos, le surge el encargo de hacer trabajo de guarnicionería que lo acepta o viceversa. Y es que resulta, que gran parte de este trabajo por encargo se realiza a través de correo electrónico.
Guarnicionero hasta el final
Saber traducir el ‘esto lo quiero de aquí hasta allí, y con esto, esto y esto’ es uno de los requisitos para poder trabajar en el negocio de Domblas. Para el que ha asegurado que lo único necesario es echarle horas y tener creatividad “para que la cabeza vaya trabajando y resolviendo problemas.
A estos requisitos también se le une una característica fundamental para trabajar en la guarnicionería y es tener creatividad, para poder “diseñar los apaños, por ejemplo, de las sillas de montar a caballo”. Una acción para la que siempre recomienda ver al animal y saber por “dónde tira”.
Después de estar casi toda la vida trabajando en la guarnicionería, su padre tenía el taller debajo de la casa donde vivía, este autónomo está dispuesto a que cuando se jubile dentro de dos o tres años dejar el negocio de los toldos, que requiere de más gente, y continuar con los trabajos de guarnicionería “porque si te gusta, es algo bonito. Es como un hobby”. Una afición y un oficio del que no quiere retirarse.