Tres autónomos jubilados recuerdan sus inicios

¿Era más fácil montar un negocio hace 50 años?

¿Ser autónomo hoy es más fácil o más difícil que hace 50 años? ¿Hay más trabas o menos? ¿En las anteriores generaciones se abrían negocios con más rapidez y había menos preocupaciones? ¿Cómo era el trato con las administraciones? ¿Existía más o menos financiación? Tres autónomos hoy jubilados narran sus inicios y ofrecen sus propias conclusiones. Hay un poco de todo. No obstante, el denominador común es que los tres repetirían hoy su experiencia como autónomos. Ninguno se arrepiente.

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¿Era más fácil montar un negocio hace 50 años?

“Ahora es igual de difícil que antes”, “para mí resultó más fácil en los 70” o “a finales de los 60 no sabíamos lo que era un autónomo porque no teníamos nada, sólo ganas de trabajar” son tres frases lapidarias pronunciadas por cada uno de los jubilados de esta historia. Todos miran con nostalgia los años del comienzo y todos recuerdan con cariño la primera vez que abrieron sus negocios. “Cuando se es joven…”, opinan los tres. Sin embargo, ni la nostalgia ni el tiempo transcurrido les hacen olvidar por lo que pasaron y comparan… Como Jose Carballo, que montó su primer bar en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) en 1974. “No tuve problema ninguno, era un bar pequeñito y trabajando duramente lo sacamos adelante a las mil maravillas. Entonces no hacían falta tantas licencias, era más sencillo”. Las relaciones personales eran entonces muy importantes, incluso para conseguir la financiación necesaria. “El director de la sucursal de la caja de ahorros era conocido mío, me dijo que no me preocupara de nada y al poco tiempo tenía el dinero”, explica llanamente. 

En una localidad más grande, en Pamplona, también las cosas se solucionaban de persona a persona. “Cuando abrimos la tienda de chocolates en Pamplona, fuimos a ver al alcalde, con el que teníamos una relación muy buena, para que nos informara sobre lo que debía hacer, lo que ahora es impensable”, cuenta Jesús Subiza, que en 1958 abrió en la capital el negocio de Chocolates Subiza, toda una institución fundada en Francia por su bisabuelo en 1810 y luego trasladada a Erro, pequeña población situada al norte de la Comunidad Foral. Este comerciante de toda la vida, que a sus 97 años sigue pasándose por la tienda de chocolates todos los días, no recuerda problemas con la financiación de la apertura del nuevo negocio en la ciudad. “No hemos pedido nunca un crédito”, aunque reconoce que en los años 50 la marca Chocolates Subiza “era ya conocida en Navarra”. "El local, que sigue siendo el mismo de hoy en día, lo encontramos en poco tiempo y enseguida a trabajar, había menos licencias y eran más rápidas", asegura.

En otro punto de España, en la ciudad de La Coruña, Rafael Granados instaló un comercio de joyería en 1969. La nostalgia no le hace olvidar los problemas con los que se encontró: “En aquellos años, si no tenías a alguien que te avalara, no había dinero de los bancos. Ahora hay ayudas oficiales, planes de apoyo a los emprendedores en las entidades financieras, más productos. Entonces, si no tenías patrimonio, que era lo normal, embarcabas a la familia y a todos”.

Trámites

En lo que sí coinciden los tres emprendedores es que en la época de sus inicios la tramitación burocrática era más sencilla, así como las obligaciones fiscales. Granados señala que se pagaba el Impuesto de Actividades Económicas (IAE) y ya está. “Ahora ya no pagamos el IAE, pero sí más impuestos que antes y los autónomos actuales sufren más trámites”. Y recuerda un momento en su historia que, para un comerciante como él, fue todo un shock: empezar a pagar y cobrar un impuesto que se llamaba y se llama IVA. “Eso nos cambió a todos”, afirma. Su colega madrileño, Jose Carballo, explica que “ahora tienes que tener un gestor para que te lleve todo el papeleo, antes lo llevabas tú todo y podíamos con ello”.  Jesús Subiza recuerda con nitidez una sombra en los inicios de la tienda: “Pagar la contribución (Impuesto de Bienes Inmuebles) del local, lo que a veces nos trajo algún disgusto, como aquel año del principio, que nos cobraron 50.000 pesetas de golpe por un error y que no hubo manera de recuperar”.

Rafael Granados, no obstante, quiere dejar constancia de que, si hace décadas había menos burocracia era “porque los autónomos no teníamos nada. Pagábamos la cuota de jubilación y ya no había más. Entonces nadie se ponía enfermo. No digo con un catarro es que, con algo más grave, no dejábamos de ir a trabajar ni un solo día. Era inimaginable”, rememora este profesional de la joyería ya jubilado. “Ahora, los autónomos tienen coberturas que antes no existían pero tampoco los trámites son muy difíciles…si supiera los trabajos que nos costaba sacar cualquier papel hace 40 años. Yo pensé que no iba a poder jubilarme nunca”, asegura.

Jose Carballo lo ve de otra manera. “En 1996, me decidí a abrir otro bar más grande, con restaurante. Las cosas en esos 22 años habían cambiado mucho. Más burocracia, más impuestos, un horror para conseguir financiación hasta el punto de que tuve que recurrir a hipotecas y avales. Luego me ha ido bien, pero los comienzos de este negocio en los años 90 los recuerdo con bastantes más dificultades que los del bar. Y eso que, si amplié, era porque el negocio funcionaba bien”. El hostelero se tuvo que poner en manos de un tercero: “Sin un profesional que te asesore y te lleve todo, ahora no puedes hacer nada”.

Los tres harían hoy lo que hicieron hace años

Si a Subiza se le pregunta si cree que en esta década es más fácil o más difícil emprender que en la suya, él, que acude al negocio todos los días, sentencia: “Lo tienen igual de difícil, tienen problemas similares aunque de otra naturaleza”. Aún así, “hoy yo volvería a hacerlo, volvería a abrir la tienda”.

Jesus Subiza

Rafael Granados es más duro: “Yo aconsejé a mis hijos que siguieran otro camino”. Y, sin embargo, reconoce que los autónomos están en 2018 mejor que lo han estado nunca en cuanto a derechos y coberturas. “A mí me machacó la crisis económica, la joyería dejó de ser rentable”. De hecho, es el único de los tres que ha cerrado su negocio, hace sólo unos meses. “Pero nunca me he arrepentido, me dedicaría de nuevo a lo mismo, aunque eso sí, me formaría más ya que una de las ventajas de los autónomos de hoy es que están más informados, y más formados”.

Carballo tampoco ha perdido la ilusión. “Me volqué mucho en mi trabajo, aún hoy me sigue gustando y sigo pendiente del restaurante aunque esté ya jubilado”.