El día a día de dos autónomos con un hotel rural

Dos hermanos transforman la herencia de su madre en un hotel cuatro estrellas

Dos hermanos deciden sacar provecho, en plena Maragatería leonesa, a una enorme propiedad rural que se estaba yendo a pique. Cuando alumbran el proyecto, a finales de los años 90, el turismo rural empieza a estar de moda y la Junta de Castilla y León es pródiga en otorgar subvenciones para esta actividad. Charo y Carlos de la Fuente no se lo piensan dos veces. La oportunidad de salvar la casa de su madre y vivir en el campo les anima a abrir un negocio que hoy, 18 años después, es un hotel rural de cuatro estrellas con espacio para impartir cursos. El sueño se ha cumplido, la magnífica casona sigue en pie, pero el esfuerzo diario es “duro, muy duro”. La principal dificultad de estos hermanos emprendedores es la común a muchos autónomos: no encuentran personal adecuado para llevar el negocio.

casa del filandon
Imagen del hotel.
Dos hermanos transforman la herencia de su madre en un hotel cuatro estrellas

Charo y Carlos de la Fuente son dos profesionales que vivían de sus carreras en ciudades como Astorga y Madrid. Ella, arquitecta y él, pedagogo y coach de directivos de empresas. Sus orígenes familiares se asientan en la Maragatería, zona con un rico pasado romano y medieval, comarca tradicional de labores arrieras y donde existen unos pueblos que tienen una soberbia arquitectura popular. En uno de ellos, Quintanilla de Somoza, su madre heredó de su padre una gran propiedad típica de la zona. Ésta llevaba años sin tener ninguna utilidad y decayendo poco a poco. 

A finales de los años 90, empieza a surgir un nuevo tipo de turismo en España, el turismo rural. La gente de las ciudades se lanza a descubrir el interior del país. Los hermanos ven entonces una oportunidad doble: restaurar la casa familiar, dándole un nuevo uso, y poner en práctica todo tipo de actividades al aire libre por las que sienten pasión, especialmente Carlos. Son años en los que los gobiernos autonómicos no escatimaban las subvenciones y las ayudas para propiciar la llegada de turistas a los pueblos. Dadas las dimensiones del edificio de Quintanilla, los hermanos De la Fuente manejan primero la idea de convertirlo en albergue, pero las ayudas económicas de la Junta castellanoleonesa no cubren ese tipo de alojamiento. No cunde el desánimo en Carlos y Charo, que se lanzan a otra idea más ambiciosa: un hotel rural. Con una inversión de 3.000 euros para constituir la sociedad, créditos y el apoyo del Gobierno autonómico, nace en 2000 la Casa del Filandón, un establecimiento de cuatro estrellas en plena comarca maragata que llega a emplear a la familia y cinco personas más. El negocio se compone del hotel propiamente dicho, el restaurante y espacios para cursos y actividades docentes. Para esto último, tienen la homologación de la Junta de Castilla y León como centro de formación, lo que implica contar con instalaciones apropiadas.

patio casa del filandon

Años duros

El balance, 18 años después, “es bueno, en general estamos contentos”, asegura Charo de la Fuente. Pero su día a día ya no es como al principio. “Ahora es más duro”, dice la propietaria sin titubear. Todo empezó con la crisis. Cayeron las reservas, cayeron los ingresos y hubo que prescindir de empleados. Hoy en día, recuperarse es lo más difícil. “No encontramos trabajadores que quieran venir a trabajar aquí y los que vienen, o no están preparados y nos dan más tarea a nosotros o se van al poco tiempo. El problema de la plantilla es desesperante, nos obliga a trabajar hasta 20 horas al día y estamos cansados”, afirma Charo. 

La escasez de personal y las secuelas de la crisis les obligan a cerrar entre semana. El hotel, salvo cuando hay reservas de grupos o de asistentes a cursos para los que se alquila el Filandón, sólo abre los fines de semana y en las fechas de las vacaciones navideñas, de Semana Santa, verano o puentes festivos. En julio y agosto, sobre todo, contratan personal de manera puntual pero éste sigue siendo su principal caballo de batalla. Es la pescadilla que se muerde la cola, pues al no poder trabajar a ese ritmo toda la semana, deben cerrar. Además, la afluencia de clientes aún no ha vuelto a la de los años anteriores a la crisis, por lo que los ingresos del negocio se resienten. En la actualidad, “el turismo rural resiste porque no hay sueldos, porque son negocios familiares”, declara Charo de la Fuente.

Otra consecuencia de los años duros ha sido el recorte de las ayudas oficiales. El mantenimiento del hotel es costoso pero contar con subvenciones para arreglar los suministros o hacer otras mejoras se les antoja ya poco menos que imposible. El negocio se asienta en una casa arriera maragata tradicional que constaba de una planta principal para la vivienda y de cuadras y anexos para los carros más un gran patio central. Ellos ampliaron la planta de arriba y reconstruyeron el edificio entero, deshabitado desde los años 60 y que había servido desde cuartelillo de la Guardia Civil después de la guerra, a establo de ovejas en alquiler. 

Sin tirar la toalla

Los hermanos no tiran la toalla. Continúan dándole vueltas a cómo sacar más rentabilidad al negocio. Charo enumera todos los proyectos que están llevando a cabo: acudir a las ferias, incluso a Fitur; preparar actividades para grupos; atraer a turistas al calor de eventos, como por ejemplo "el del próximo día 25, que se llama En Busca del Tesoro Maragato”; o sacarle más rendimiento a su aula de formación.

Y también hacen una petición: “Que la Junta de Castilla y León se ocupe más de esta comarca, que la publicite. Es una zona muy atractiva para el turismo, lo que hace falta es que se conozca”. La Maragatería cuenta con localidades que se han ido despoblando y sus pueblos acogen en la actualidad a muy pocos vecinos. La propia Quintanilla de Somoza sólo cuenta con 72 habitantes censados. Pero el éxodo no ha impedido que muchos vecinos sigan conservando las casas de sus padres y las cuiden como lo que son, herencia de sus raíces y su arraigo.