60 años confeccionando trajes

La pareja de autónomos que vistió de flamenca a la Reina Sofía y a Grace Kelly

En 1960, una pareja de autónomos puso en marcha un pequeño taller de vestidos de flamenca en Sevilla. Un negocio de artesanía familiar, que ahora regentan sus dos hijas y que vistió a personalidades como Pepa Flores, Rocío Jurado, la Reina Sofía o Grace Kelly . Así es Lina Sevilla.

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La Reina Sofía, junto al Rey Juan Carlos, en la Feria de Abril, vistiendo Lina Sevilla.
La pareja de autónomos que vistió de flamenca a la Reina Sofía y a Grace Kelly

Un 20 de abril de 1966, los paparazzi pillaron a la Princesa Grace Kelly saliendo de su hotel hacia la feria de Sevilla, de la mano del Príncipe Rainiero de Mónaco. La imagen dio la vuelta al mundo y, con ella, un vestido de flamenca blanco con tiras perforadas en rosa, que se convirtió en icono de la firma Lina Sevilla. Por aquel entonces, este pequeño negocio familiar llevaba apenas seis años en el mercado y estaba en manos de una pareja de autónomos.

De aquella foto hasta el día de hoy, este taller ha evolucionado en todos los aspectos. Se ha convertido en una marca referente dentro del sector, vistiendo a personalidades como Pepa Flores, Rocío Jurado o la Reina Sofía, entre otras celebridades. Incluso fue nominado en los Goya a ‘Mejor diseño de vestuario’, por la película Yo soy esa.

Por supuesto, también ha cambiado su forma de gestionar el negocio. Lina Sevilla ya tiene una tienda online de complementos y más de 200.000 seguidores en su cuenta de Instagram, y  ha experimentado en otras ramas de la costura, con su colección de vestidos de novia o una gama de pantalones y camisas que mantienen la esencia de los vestidos de sevillana.

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Foto de la Princesa Grace Kelly vistiendo Lina Sevilla.

No obstante, su crecimiento no ha hecho a este pequeño taller de artesanía perder su esencia. El negocio, que fue fundado por Marcelina Fernández y Francisco Montero en 1960, está ahora en manos de sus dos hijas: Rocío y Lina Montero. Ambas continúan dando vida al legado de sus padres. Eso sí, con un toque propio. 

“A raíz de su matrimonio, mis padres empezaron a trabajar juntos -ella encargada de la parte creativa y confección de los trajes, y él de gestionar el negocio-. Comenzaron en una casa muy pequeña en el barrio de Los Remedios (Sevilla), haciendo los trajes para las bailaoras de los tablaos flamencos” explicó Rocío Montero, actual directora de creativa de la firma.

Los trajes pronto llamaron la atención de los espectadores y, gracias al boca a boca, Lina Sevilla se fue popularizando, hasta el punto de que tuvieron que trasladar su taller en dos ocasiones. A su vez, empezaron a tener diferentes personalidades conocidas como clientas. Sus trajes fueros utilizados por cantantes y bailaoras de flamenco de la época, como Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Lola Flores,o Manuela Vargas. También por actrices como Pepa Flores o Carmen Sevilla y por personalidades de instituciones como la Casa Real - la Reina Sofía vistió hasta en dos ocasiones un traje de esta firma-.

Unas clientas que, si bien posicionaron en el mapa a la firma, no son las que más ilusionan a Rocío Montero: “una de las cosas más bonitas de llevar tantos años en el mercado es que tenemos a clientas que vinieron a hacerse un traje de sevillana con nosotros. Más tarde volvieron para hacerse el traje de novia e, incluso, uno de flamenco para sus hijas”.

60 años confeccionando vestidos de flamenco

A pesar de llevar 60 años en el mercado e ir ya por su segunda generación, Lina Sevilla sigue conservando el pequeño tamaño y cercanía que le caracterizó desde el principio. “Nuestro taller siempre ha sido de artesanía y siempre ha sido pequeño, con dos personas fijas contratadas. Aunque en las épocas de más demanda podemos llegar a contratar hasta cuatro o cinco trabajadores, como máximo” apuntó Montero.

El diseño y la confección de un vestido de flamenco no es tarea fácil. Según explicó la directora creativa de la firma, la confección empieza con un dibujo, luego un modelaje (la persona se prueba el traje) y, a partir de ahí, se van cortando las piezas y se van ensamblando. “Hay que trabajar muchísimo en cada pieza, porque todas son fundamentales para conseguir el resultado final. Por ejemplo, las enaguas -una prenda, normalmente de color blanco, que se coloca debajo del vestido- son muy importantes, porque son las que le dan movimiento al vestido. De hecho, nuestras clientas siempre nos dicen que saben reconocer cuando se ponen un traje nuestro por cómo se mueve” explicó Montero.

En el taller tienen un sistema y una forma de trabajo especial. “Cada negocio tiene el suyo”, aseguró. Y los empleados tienen que seguir una serie de pasos muy determinados para los que no todo el mundo está preparado. “Hay épocas de mucho estrés porque por más que se organice la confección de vestidos, cuando llegan las fechas señaladas, el trabajo y los nervios se disparan”, reconoció.

Las dificultades de un negocio estacional

Los trajes de sevillana de este pequeño taller pueden costar entre 800 y 1.500 euros. "Todo depende de lo que busque la persona, de las telas que quiera o los metros de la cola” comentó la directora creativa. Se trata de un tipo´de vestido y de una inversión que hacen de los trajes de flamenca un producto difícil de vender durante todo el año. Es una actividad muy estacional y siempre suele tener las mismas épocas de demanda: Feria de Abril o Romería. “Empezamos a trabajar en los trajes en septiembre, a los pocos meses de terminar la época de Romería y, durante marzo y abril, es cuando más se intensifica el trabajo” afirmó.

El éxito de sus diseños no ha impedido que este taller haya tenido que enfrentarse, como otras muchas actividades, a la estacionalidad. “Romper con ella siempre ha sido un reto” añadió la dueña. Como alternativa, han creado una colección de vestidos de novia y están trabajando en una nueva línea alejada de los trajes, pero que mantenga la esencia de la firma. “Se llamará Lina Global, y será una colección más fácil de llevar y adaptable a todos los gustos y situaciones. Faldas, pantalones y blusas con curvas y bordados, pero que sirvan para alguna ocasión o evento más elegante” avanzó Montero.

Sus vestidos podrían acabar en las pasarelas de Nueva York

Montero contó que el proceso, tanto el suyo como el de su hermana, de coger el testigo familiar fue muy natural: “empezamos jugando con las muñecas dentro de taller y, poco a poco, nos fuimos integrando cada vez más”. Ella estudió Bellas Artes y su hermana Turismo, y cada una ha aportado su toque al negocio familiar, pero siempre respetando la esencia que marcaron sus padres: “Intentamos mantener una línea de corte clásico, que es lo que nos ha definido hasta ahora. Pero también queremos ser una empresa innovadora y rompedora, trabajamos por mantener ese equilibrio”.

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Imagen de Lina Montero, Marcelina Fernández y Rocía Montero en un desfile de la marca.

Una forma de trabajo que aún no saben a donde les llevará. Lo que sí tienen claro es que quieren que sus vestidos desfilen en las pasarelas de Nueva York. “Aún nos queda mucho recorrido por delante. Tenemos que consolidar Lina Global y, ojalá, acabar desfilando algún día en Nueva York. Es una ciudad tan grande, viva y moderna,que me recuerda a los vestidos de flamenco: grandes, vivos y modernos” concluyó Montero.