Pichí Pichá o cómo rejuvenecer un clásico

Una pasión por la moda hecha negocio gracias a los mercados efímeros

Una pasión por crear moda desde la infancia. Un socio con ganas de emprender. Una página web como vehículo…y los mercados efímeros como plataforma para rentabilizar el negocio.

Pichis, vestidos, moda, ropa
Una pasión por la moda hecha negocio gracias a los mercados efímeros

La historia de Itziar Aristrain y Javier Martínez refleja a la perfección lo beneficioso que puede resultar unir un proyecto con posibilidades y la oportunidad de exponerlo públicamente.

Itziar y Javier son dos jóvenes de 28 y 30 años que decidieron embarcarse en un proyecto empresarial hace muy poco, en enero de 2017. A este proyecto decidieron llamarle Pichí Pichá, pues se trata de vender pichis, esa prenda de vestir con décadas de historia que Itziar quiso rescatar dándole un toque de modernidad. “Pretendí lanzar un producto de toda la vida, el pichi, pero rejuvenecido, personalizado, no asociado a la época de padres o abuelos o a los uniformes de los colegios”.

La joven ha ideado una prenda que recuerda a la tradicional pero que ofrece muchas posibilidades para poder lucirla en el siglo XXI. El diseño principal es la pieza de traje sin mangas que es la base de todo pichi. La diferencia, y ahí está la aportación de Itziar, es que este diseño se puede personalizar al añadirle los tirantes o los botones que cada cual prefiera.

Estos accesorios se venden aparte y una sola pieza de ropa puede ofrecer diferentes aspectos según las combinaciones que su propietaria elija. Aunque también se venden pichis ya compuestos, a los que los accesorios dan el punto moderno necesario. Otra novedad aportada por la diseñadora es que, si bien dispone de varias tallas, una misma prenda puede ajustarse mediante los botones y así servir igual aunque cambie el peso de su dueña.

Los inicios

Itziar Aristrain confiesa que siempre ha sido una apasionada de la moda y del diseño de ropa. Estudió la carrera de Periodismo con la pretensión de ejercer, precisamente, en el campo de la moda. Su deseo no se cumplió y, además, los vaivenes de la profesión la llevaron al paro. Ahí cambió su vida. Ya que no pudo desarrollar su pasión en una actividad, se atrevió a dar el salto para realizarla de otra manera. Se asoció con su amigo Javier Martínez, emprendedor que tiene otro negocio ajeno a la ropa. Unieron sus ahorros para una primera inversión y nació Pichí Pichá.

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Itziar tenía la idea en la cabeza, “una prenda ponible pero distinta, personalizable”, y con ella como base los dos jóvenes estudiaron su desarrollo, la posible competencia y la forma de darle forma comercial. Pidieron asesoramiento y el resultado fue abrir una tienda on line.

Los comienzos no fueron fáciles pues, como reconoce Itziar, “cometimos un error de principiantes: tirar de una modista para que nos hiciera la muestra del pichi, pensando que con eso podríamos empezar”. No resultó y, siguiendo consejos profesionales, “acudimos a un patronista y a un cortador, dos figuras claves en cualquier producción de ropa”. Esto sí funcionó y Pichí Pichá comenzó, por fin, su andadura con buen pie.

Los mercados efímeros

Con la web pichipicha.com ya en marcha, había que dar un segundo paso: tener más visibilidad. Y a Itziar y a Javier se les ocurrió recurrir a los mercados efímeros. Éstos, nacidos en Estados Unidos como fórmula comercial, consisten en habilitar espacios grandes durante una o varias jornadas para que los vendedores monten un puesto físico con sus productos. Montar, vender y recoger en unas horas es su filosofía. Pero una filosofía que está resultando muy rentable a pequeños emprendedores como Itziar y Javier.

A Pichí Pichá no le ha podido ir mejor. “Nos estamos dando a conocer, nos relacionamos con los clientes y otros comerciantes, recibimos opiniones directamente, sabemos lo que interesa y hacemos contactos para movernos en esta o aquella dirección”. Desde que el pasado julio montaron por primera vez su puesto en el Mercado de Motores de Madrid, instalado en la antigua estación de Delicias y hoy Museo del Ferrocarril, la rentabilidad del negocio no ha dejado de crecer. 

Itziar Aristrain admite que no es fácil entrar en estos mercados la primera vez. Ellos tuvieron que esperar y aceptar la primera instalación de su puesto en pleno verano, cuando cae la demanda. Pero una vez conseguido, entraron en una rueda muy provechosa. “De las nueve veces que hemos ido a un mercado efímero, en ocho hemos recuperado la inversión con creces. Son una buena plataforma para ganar dinero y, lo más importante para un negocio nuevo, para darse a conocer”, explica la joven emprendedora. Y como buena empresaria añade que las ganancias obtenidas en los mercados efímeros las están reinvirtiendo en la marca, porque “además de consolidarnos, queremos más cosas, tenemos muchas ideas”.