Una historia de crecimiento empresarial

Globos aerostáticos, el sueño de emprender desde las nubes

Dejarse llevar por “el rumbo que marca el viento”. Esa es la génesis de Eolofly. Desde el inicio de la crisis sus globos aerostáticos colorean, 365 días al año, los cielos de Madrid, León, Ávila y Segovia. Con tres globos y cinco empleados en plantilla, tienen la vista puesta en el horizonte de Latinoamérica.

Globo aerostático sobre Segovia
Globos aerostáticos, el sueño de emprender desde las nubes

“La tierra, que es el lugar de donde partimos y donde llegamos; el fuego, que es lo que hace que nos elevemos; el aire, que nos rodea y nos permite viajar; y el agua, porque somos agua”. Cada mañana, tres o cuatro horas después del amanecer, José Antonio García, Pericles, el cóndor de Toledo, recita esta prosa ante ocho desconocidos. Forma parte del ritual del bautismo aeronaútico.

Después brindis con champán, tortilla de patata y chacinas. De fondo el cielo y la aridez de los campos de Castilla. Completan el decorado una cesta de mimbre y el color de la imponente vela de un globo aerostático, que reposa tras un vuelo de unas dos horas de duración. “Queremos que sea así. Es nuestro valor añadido”, explica Pericles.

Corrían los peores tiempos de la recesión cuando junto a su socio José Daniel Sanz tuvieron que cambiar el rumbo de EoloMarketing, “el origen de lo que somos ahora. Emprendimos en 2001. Encontramos una oportunidad en hacer publicidad y marketing con cosas que vuelan, como aviones ultraligeros y globos aerostáticos”, relata. Pero la crisis y una mal aterrizaje en Marruecos les obligó a reinventarse: “Era buscar alternativas para sobrevivir o cerrar”.

Pese a que el parón de la economía les dejó “casi en la ruina”, consiguieron los cerca de 25.000 euros de inversión para elevar su primer globo a 6.000 pies de altura, distancia máxima que se alcanza en un vuelo de hasta diez pasajeros.

Desde aquella primera cesta con capacidad para dos pasajeros hasta hoy las cosas han cambiado mucho. A día de hoy, cuentan con tres globos aerostáticos dentro de cuyas canastos vuelan ocho personas, “viajar en globo es una actividad que el 90% de quienes la realizan sólo lo hacen una vez en la vida. Por ello apostamos por globos con baja capacidad y ciudades con atractivo turístico como Segovia, Ávila, Astorga o la sierra madrileña. Queremos que la sensación sea de estar completamente solos en el aire y que la experiencia sea aún más especial de lo que es en sí”, comenta Pericles.

Globo aerostático, aterrizaje

Viaje de tiempo, ideas y fallos

A los 80.000 euros que hay que sacar del bolsillo para poner en el aire un globo de ocho plazas hay que sumarle los costes ordinarios que tiene cualquier empresa (seguros sociales, impuestos, etc…), el mantenimiento anual del globo -que asciende a unos 8.000 euros al año- y las revisiones médicas -otros 100 euros anuales más-.  

Suma que, pese a lo abultado, se queda corta comparado con el tiempo que hay que dedicar a formación en pilotaje hasta poder levantar el vuelo.

“Cada aparato está sujeto a una regulación exclusiva”. De hecho, volar en globlo es una actividad que debe ser autorizada por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) y requiere de las mismas licencias que las de un piloto de avión. “En primer lugar hay que obtener la PPL (licencia de piloto privado). Pasado el examen, tenemos que volar una serie de horas para obtener la licencia de piloto comercial, que es la que permite transportar a pasajeros. Sin ella no se puede ejercer la actividad”, insiste Pericles. Un proceso que se alarga durante “año y medio o dos años”. Además, “estamos obligados a hacer reciclajes teóricos y prácticos”.

Ahora bien, todo este “proceso de tiempo, ideas y fallos compensa”. Cuando Pericles se levanta a las cuatro de la madrugada para preparar el viaje nunca sabe a lo que se va a enfrentar. “Eso es lo bonito, tanto para nosotros como para los pasajeros. Cada vuelo es distinto, a veces hemos tenido que cancelar en el último momento, ya que los vuelos sólo se realizan con las condiciones perfectas. Dependemos de las condiciones meteorológicas. Gran parte de nuestro trabajo se basa en entenderlas cada instante para hacer el vuelo lo más atractivo posible para el viajero”.

Destino, América Latina

Tras cinco años de intentona, “el choque de culturas” llevó a Pericles y José Daniel a tomar la decisión de poner punto y final a su proyecto de expansión en Marruecos, postponiendo así la internacionalización de EoloFly.

Una “espinita clavada” que pretenden sacarse ahora. Pericles eleva la mirada, probablemente pensando en el cielo de países como Perú, donde tienen previsto aterrizar “de aquí a unos meses”. La elección no es casual, “es una zona donde hay mucha cultura del globo. Además, hablar el mismo idioma facilita por un lado la implantación y por otro el llegar al público”, explica el piloto.  

De hecho, para realizar este viaje, la publicidad tanto tradicional como en redes sociales se convertirá en un importante viento de cola. Cada año invierten entre 15.000 y 20.000 euros en campañas. Precisamente “es aquí donde se ha trasladado la competencia. Saber moverte en las redes sociales es clave en nuestro negocio”, detalla.

Globo aerostático

Pedida de mano y aterrizaje en la terraza

La búsqueda de lo experiencial ha contribuido mucho al éxito de empresas de turismo activo como EoloFly. “De unos años para acá hemos percibido un cambio en el tipo de viajeros, se está pasando del sol y playa a otras opciones y, en líneas generales, creo que todos los que estamos de uno u otro modo dentro del sector turístico tenemos que contribuir a consolidar esta tendencia”, apunta Pericles. Y añade que “cada vez nos contratan más extranjeros, principalmente europeos”.   

Otra de las vías que se está revitalizando es la de “eventos de empresa. El cambio en la forma de gestionar la empresa y la apuesta por motivar a los empleados con acciones de team – building, viajes de objetivos, etc… es otro espaldarazo”.

La pregunta quema en la lengua: ¿qué es lo más raro que os han pedido? “Además de vivir una pedida de mano en pleno vuelo”, responde Pericles entre risas, “hay muchos clientes que nos piden que aterricemos el globo en su terraza”.

Cinco mitos de volar en globo

Pensar en viajar en globo es elevar la mente a una serie de paradigmas que nada tienen que ver con la realidad. De hecho, tras el bautismo en globo, el brindis y las dos horas de vuelo que dura la experiencia quedan atrás estos cinco mitos:

  • Da vértigo.- En absoluto. El vértigo se produce sólo cuando se tienen los pies sobre la tierra. Es decir, si el lugar en el que estamos está anclado a la tierra.
  • Puedo elegir el destino.- Nunca. Viajar en globo es no saber dónde te lleva el destino. El movimiento se produce por las corrientes de aire caliente. Es libre.
  • Se puede volar a cualquier hora del día.- No. Sólo es posible por la mañana, al amanecer, porque es cuando se producen las corrientes de aire caliente que permiten que el globo se eleve.
  • La mejor época para volar en globo es primavera o verano.- Sobre gustos colores, pero para pilotos y expertos el invierno es la mejor época, ya que amanece más tarde -por tanto se madruga menos- y además, en los días despejados, el cielo está mucho más claro. En cuanto al frío tampoco es un problema, ya que los  quemadores de helio ejercen de calefacción durante el vuelo.
  • Es caro.- Cumplir el sueño de volar sin rumbo en un globo con capacidad de ocho–diez personas, con bautismo aeronáutico incluido, se puede hacer desde 140 euros. Además, hay paquetes para dos personas que incluyen noche de hotel más vuelo a partir de 300 euros.