Opinión

¿Herramientas o conceptos?

Para enfrentarse a un problema en el mundo empresarial es necesario tener una serie de conceptos claros para poder reaccionar y poner solución. No obstante, se están formando a los futuros directivos a base de memorizar herramientas y casos empresariales, que no se van a volver a repetir. 

¿Herramientas o conceptos?

Desde mi atalaya como profesor en Escuelas de Negocio desde hace más de 25 años, durante los que he compatibilizado mi vida profesional con la docente, he podido observar cómo los alumnos en general y muy especialmente los que ya contaban con cierta experiencia -es decir los alumnos de Executive MBA. desde comienzos de siglo están demandando cada vez más herramientas y recetas mágicas para aplicar en su trabajo.

Creo que es un error de principio. Claro que hay que conocer las herramientas. Y sin duda hay que aprender de la experiencia de otros, pero también hay que entender que cuanto más complicado es el entorno y sobre todo cuanto más rápido suceden los cambios, más difícil es que se reproduzcan las mismas situaciones, con lo que las recetas mágicas no existen. De hecho nunca han existido, pues dos empresas del mismo sector, del mismo tamaño con las mismas características, al contar con personas diferentes, la receta mágica que funciona en una, no funciona en la otra.

Pero insisto, si además se producen muchos cambios a mucha velocidad, el problema es que no se van a reproducir las mismas circunstancias. Por lo tanto lo que hay que dominar es el concepto de tal forma que podamos generar soluciones a medida cada vez. Y la receta mágica ahora es ser capaces de generar cada vez, en base a los conocimientos y experiencia que el directivo posee, utilizando las herramientas disponibles por parte de aquellos que tengan que implantar la solución.

Al comenzar las clases siempre pregunto a los alumnos si hay algo que quieren comentar sobre las clases o si todo va bien. Una vez en un Executive MBA me dijeron que querían dedicar más tiempo a discutir el caso y menos a teoría. Yo normalmente le dedicaba un 50% a lo que ellos decían teoría, que yo insisto en que no hablo de teoría sino de los conceptos que se pueden extraer de las teorías. Éste es un ejercicio duro, pues hay que entender la teoría y no memorizarla, que eso no vale para nada. Pero el concepto es la clave especialmente en momentos rápidos, inciertos y turbulentos.

Les dije que sin ningún problema que empezábamos a discutir el caso, si ellos entendían que dominaban los conceptos relativos al tema que íbamos a discutir que era Política de Precios. Así que empezamos, pedí un voluntario para que nos introdujera el caso, lo que no fue fácil pues no habían extraído los puntos clave que deberían orientar la discusión. Superado este punto, pedí que alguien empezara la discusión, no hubo forma, no sabían por dónde empezarla, entonces les dije que podíamos empezar planteando un mapa de dispersión de precios, se me quedaron con una cara que decía y ¿eso qué es? ;i pregunta siguiente fue: ¿Qué queréis discutir entonces? ¿Lo que queréis es charlar y divertirse un rato?

Esta es la perversión a la que hemos llegado. Hemos destruido los conceptos y estamos formando a los profesionales y directivos utilizando métodos, como es el método del caso, que sólo tienen valor si quienes lo manejan tienen la experiencia suficiente, dominan los conceptos o tienen capacidad para extraerlos, si no se convierte en una charla de café.

Empezamos cambiando el concepto de alumno por cliente, el alumno es alumno y viene para aprender y no para que se le sirva. Todos se empeñan en decir que esperamos que se diviertan en clase, lo que en mi opinión es un error grave. Las clase hay que disfrutarlas por el conocimiento que se está adquiriendo y el profesor tiene que tener los conocimientos y experiencia suficiente como para que se pueda producir esa transferencia de conocimiento y no un payaso de feria. Los casos hay que entenderlos y discutirlos de forma crítica, sin aceptar por principio que todo lo que dicen es verdad, ni creerse por principio que es un caso de éxito siempre.

Por principio los casos en los que aparecen los nombres reales de empresas o personas, siempre se han redactado como casos de éxito, aunque sea mentira. Por tanto hay que hacer siempre un análisis crítico del mismo que es lo que va a permitir llegar al concepto y no aprenderse de memoria una actuación e intentar replicarla.

El problema al que nos enfrentamos tiene varios frentes entrelazados. El primero es que hemos reemplazado la cultura del esfuerzo por la cultura del copy-paste, hemos reemplazado el concepto de disfrutar por divertirse y hemos reemplazado como final el concepto por la herramienta.

El resultado es que vamos caminando hacia una situación en la que los directivos de empresas, debido a sus fundamentos y a su formación, sólo se encontraran capacitados para gestionar si encuentran un ejemplo idéntico cuya solución puedan replicar, pues han aprendido a copiar supuestas situaciones de éxito y a competir con sus subordinados en el manejo de las herramientas.

Hay que romper esta tendencia, hay que disfrutar, y no necesariamente divertirse, con la formación y el aprendizaje; hay que reconocer que alguien que está en una institución aprendiendo es un alumno y no un cliente; hay que reconocer que es imposible tener soluciones concretas para todas las situaciones que se puedan producir; hay que dominar los conceptos para adquirir el conocimiento que permita generar soluciones ad hoc y esto sabemos que supone un esfuerzo enorme y continuo.