Opinión

Empleo y formación: dos caras de una misma moneda

Empleo y formación son las dos caras de una misma moneda. Evolucionar del concepto “formación para toda la vida” a “formación durante toda la vida” es la tarea pendiente de nuestro sistema educativo. Un proceso que tienen que asumir también las empresas abriendo generosamente sus puertas a alumnos en prácticas y aceptando emprender el camino de la formación continua. 
Empleo y formación: dos caras de una misma moneda

Las empresas son conscientes de la importancia de la formación práctica para quienes llegan al mercado de trabajo una vez acabados los estudios. Este interés nace del desfase que padece el sistema educativo español entre la formación teórica (impartida por el instituto o universidad) y la práctica (proporcionada por la empresa). Lo cierto es que, hoy en día, las condiciones en las que se ofrece la formación general y profesional básica están alejadas de las condiciones de producción en las empresas, sean cuales sean las dimensiones de éstas.

Las empresas no dudan en hablar de "sobreeducación", acusan a las diversas instancias educativas de producir demasiados titulados y señalan un aislamiento de las enseñanzas secundaria y postsecundaria, profesional e incluso de la universitaria, con respecto a las exigencias concretas de la vida económica y profesional. Prueba de ello son las dificultades que encuentran los nuevos titulados para acceder a un trabajo o para corresponder a los requisitos de los puestos de empleo y de las carreras profesionales accesibles a su nivel de formación. Con demasiada frecuencia no existe una correspondencia entre los objetivos de la enseñanza y los objetivos operativos que se persiguen en las empresas. En estas condiciones, la masa de titulados sin contrato e incontratables sigue aumentando.

La mutación técnica acelerada, la creciente competencia derivada de la liberalización de los mercados, la reestructuración continua de las empresas y la descentralización de la decisión, contribuyen a un incremento continuo de los niveles de requisitos, no sólo para acceder a un trabajo sino también a lo largo de toda una carrera profesional. De ahí, la necesidad de replantear la formación y de procurar un desarrollo de competencias, tanto a escala profesional como comportamental y social. En el trabajo cotidiano no basta con ser competente profesional, teórica y prácticamente; hay que demostrar una aptitud para aprender, extraer conclusiones, gestionar, innovar, controlar y dar órdenes; hay que demostrar una aptitud para el intercambio y la cooperación; hay que demostrar, por último, el suficiente compromiso con los proyectos y objetivos de las empresas. Se trata de aptitudes y de cualidades cuyo desarrollo resulta difícil imaginarse separado de toda práctica y de toda situación de trabajo. Pero una solución a este problema sólo podrá lograrse a condición de que las empresas decidan abrir generosamente sus puertas a alumnos en prácticas y que acepten emprender el camino de la formación continua de sus trabajadores.

Así pues, es muy urgente establecer vínculos funcionales entre las escuelas y las empresas públicas o privadas, no sólo para garantizar la calidad de la formación profesional básica, sino también para la de la formación profesional continua de los trabajadores. Con la misma perspectiva, resulta asimismo urgente buscar nuevas alianzas motrices y sinergias entre el mundo del trabajo y las empresas, por un lado, y por otro el mundo de la educación y la formación, sin olvidar a la investigación, evitando de todas maneras que uno u otro de estos mundos se sienta inferior a los restantes. De ahí el deseo de asociar en las negociaciones entre agentes sociales, junto con los poderes públicos, a las instancias y responsables de la formación, a los representantes del mundo educativo y formativo.

Por otro lado, la crisis económica ha enviado al paro a un buen número de trabajadores, en su mayoría, con baja cualificación. No es cierto que los nuevos sectores en expansión se basten para encontrar trabajo y empleo a todos aquellos relegados al paro como consecuencia de las reducciones y reestructuraciones de los sectores tradicionales. Tampoco es seguro que las empresas de los nuevos sectores sean las más favorables a efectuar formaciones alternas destinadas a trabajadores desplazados de los sectores tradicionales o a los afectados por el paro de larga duración. Por este motivo, sería particularmente deseable una apertura mayor de las empresas a estos parados de cualificaciones bajas y en desempleo de larga duración. Ello sólo puede conseguirse si las empresas son conscientes de la necesidad de limitar la dualización de las sociedades y de la urgencia de reducir los efectos negativos que suponen para el consumo la proliferación del paro y la multiplicación de la población marginada.

En definitiva, formación y empleo son las dos caras de una misma moneda. Evolucionar del concepto “formación para toda la vida” a “formación durante toda la vida” es un concepto que ha sido asumido e interiorizado por el equipo de gobierno del Colegio de Economistas, potenciando la actividad de nuestra Escuela de Economía, Administración y Finanzas, las prácticas en despachos asociados y los servicios gratuitos que ofrece nuestra Agencia de Colocación a todas las empresas que precisen contratar un economista. Esta estrategia combinada, pretende coadyuvar a la reinserción de nuestros economistas desempleados y es nuestra modesta contribución a la mejora de las condiciones socioeconómicas de Cantabria y España.