Coronavirus o el caos del sector turístico
Cuando empecé a trabajar hace años escribiendo sobre viajes, gastronomía, ocio, tiempo libre, arte o cultura, en distintos medios de comunicación, nunca pude imaginarme que llegaría un momento, como el que estamos viviendo con el Coronavirus COVID-19, en el que no podría escribir sobre nada de lo anteriormente señalado.
Nadie me lo impide, salvo la situación derivada, por razones obvias, del decreto ley aprobado hace unos días, que ha establecido el Estado de Alarma en todo el país, y el posterior cierre de fronteras, con la suspensión temporal del Espacio Schengen. No se puede viajar, no se puede disfrutar de la gastronomía en establecimientos públicos, el tiempo libre es obligatorio, pero sólo dentro de tu propia casa. El arte, la cultura o los deportes en espacios públicos, se han suspendido durante al menos 15 días, seguramente prorrogables. Y así todo lo que tenga que ver con la filosofía del diario online y del programa de radio que dirijo, de nombre Diario Salir, porque, en definitiva, no se puede salir.
Por todo lo anterior, no puedo escribir, o no me siento con ganas de hacerlo. Y se debe a dos razones fundamentales. La primera, porque a nadie le interesa en este momento conocer lugares paradisíacos a los que desplazarse, o los mejores sitios donde comer por una razonable relación calidad-precio. O a qué exposición, evento o degustación podrá asistir en el futuro. Su mundo, nuestro mundo, se reduce ahora a las paredes de nuestro propio domicilio. Los más afortunados, en el mejor de los casos, a la terraza o el jardín de su propiedad.
La segunda razón es que muchos autónomos y pequeños empresarios, que son el motor de la economía de este país, van a tener pérdidas incalculables. Y quienes trabajan para ellos o para otras empresas, estarán sometidos, casi con toda seguridad, a la aplicación de un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE).
Si a esto añadimos que la solución a esta pandemia no tiene visos de concluir en los próximos días, sino más bien semanas o quizá meses -esperemos que no sea así-, las consecuencias para las economías española, europea y mundial, son imprevisibles e incalculables. Pero mucho más para España que vive, en gran medida, del turismo y los servicios.
Después de años creciendo en número de visitantes extranjeros, hasta alcanzar los 84 millones del año pasado, ya veremos cuanto baja esa cifra en este ejercicio. Porque lo que es innegable es que descenderá y mucho.
Todo esto va a hacer que unos y otros pierdan capacidad económica para dedicar dinero a comer, viajar y disfrutar del tiempo libre. Además, Fallas, Semana Santa, Feria de Abril y otras celebraciones próximas, ya se han suspendido o se han aplazado hasta pasado el verano. Eventos y celebraciones muy importantes en la generación de ingresos para pequeños y medianos empresarios y que atraen a esos turistas a nuestro país.
En esta situación, autónomos y emprendedores serán los más perjudicados por el cierre temporal de sus comercios, empresas, o por el mero hecho de no poder salir a la calle a realizar su trabajo diario, dar servicios, o vender sus productos. Pese a que grandes compañías, como Iberia ya han anunciado sus ERTE, el músculo financiero de esas grandes empresas les va a permitir, pese a las pérdidas que nadie niega que van a tener, levantar el vuelo cuando acabe la crisis.
Sin embargo, hoteles -no todos pertenecen a grandes cadenas-, hostales, restaurantes, bares cafés o agencias de viajes, entre otros muchos negocios relacionados con el sector del turismo y la gastronomía, se han paralizado y no generan ingresos, aunque sí gastos. Y no hay en el horizonte una fecha de caducidad para esta situación.
Y la cosa no acaba aquí. Todos los sectores se han visto afectados por el cierre obligatorio determinado por el Estado de Alarma. Y no todo se puede hacer por teletrabajo -y menos aún en el sector turístico-, como pretenden fomentar los políticos, que parecen ignorar que, hoy en día, sólo se puede teletrabajar en las grandes empresas.
Por seguir con aquello con lo que me relaciono profesionalmente, viajes, turismo o gastronomía, son algunos de los sectores perjudicados, pero no sólo. Hay otros muchos que, directa o indirectamente también se relacionan con los anteriores, o se encuadran en el ocio y el tiempo libre y a los que ofrecen servicios complementarios.
Exposiciones y sus artistas, teatros y sus actores, organizadores de fiestas, eventos o bodas, que han tenido que suspender sus actividades. Pero también han perdido clientes los taxistas, las librerías, quioscos de comida y bebida en los campos de fútbol o palacios de convenciones como IFEMA, que ha tenido que suspender todas sus ferias, más las que por precaución ya se habían suspendido jornadas atrás.
Esta situación ha perjudicado también a caterings, y por tanto a los camareros que contratan para dar el servicio. Muchos de ellos, además, han tenido que tirar la comida que tenían dispuesta para estas actividades ya previstas, como también les ha ocurrido a hoteles y restaurantes de toda España. Pero además ha dejado sin trabajo a azafatas, diseñadores de espacios para esas ferias y a los operarios que montan y desmontan.
No es una cuestión de que algunos autónomos, comercios, emprendedores y demás actores de la economía dejen de percibir ingresos. Es que todo está interrelacionado. Si los hoteles, bares, restaurantes o quioscos cierran, y no se celebran eventos deportivos, ni de cualquier otro tipo, los bodegueros no venden sus vinos, se reduce la venta de pescado, carne, frutas y verduras y las lavanderías dejan de lavar sábanas, manteles y servilletas. La lista de perjudicados es interminable. Que me disculpe quien no se vea representado, pero es imposible incluir a todos los que sufren y sufrirán las consecuencias de esta situación excepcional.
Sobre todo sufrirán los pequeños comercios de cercanía, que además son los más necesitados porque la gran mayoría son de autónomos. Pero los compradores compulsivos se han olvidado de ellos ante la psicosis del desabastecimiento, que no ha existido en ningún momento, ni se va a dar. En los primeros días de esta crisis, los supermercados se colapsaron con esos compradores, que llenaban sus carros como si el mundo se fuera a acabar.
Y lo más llamativo de todo, llevándose el papel higiénico “por toneladas”. Yo esto no he terminado de entenderlo. Algunos deben de pensar que si llega el apocalipsis, mejor que les pille con el trasero limpio.
Bromas aparte, yo no soy un experto en economía, y no es mi función hacer análisis ni macro ni micro económicos. Lo mío es escribir, contar cosas, analizar y dar mi opinión sobre las posibles consecuencias, a medio y largo plazo, para el sector turístico y de servicios, a la luz de los datos. Y las consecuencias van a ser graves, muy graves.
Quisiera hacer un último apunte para reconocer y agradecer que en Madrid, algunos hoteles han puesto sus instalaciones al servicio de los hospitales, y a los taxistas, que están trasladando a los médicos y personal de hospitales, gratuitamente. Y en toda España, los trabajadores sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, transportistas, ganaderos y agricultores, entre otros muchos.