Opinión

Los autónomos entendemos poco de política

Los autónomos entendemos poco de política

Quizá tengamos un punto diferenciador con el resto del mundo: al trabajar por cuenta propia, también nos quita el sueño nuestro negocio y estamos todo el día pendientes de las ventas, los gastos, la burocracia, los impagados, las deudas, la escasa financiación, los salarios de nuestros empleados… Tenemos una doble vertiente, un punto más, como la carne: somos consumidores de toda la vida y capitanes de empresa.

Los autónomos somos muy variopintos, abarcamos infinidad de actividades en los tres sectores económicos: servicios, industria y agricultura. Somos tan diferentes como parecidos en lo esencial. A todos, “si nos pinchan, sangramos”, diría Shakespeare. En cuanto a nuestra tendencia de voto, imagino que estaremos dentro de la media de los españoles, si tenemos que hacer caso a las encuestas del CIS. Según los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, la gran mayoría de los ciudadanos de este país se define de centro, con alguna inclinación hacia la izquierda o hacia la derecha. Y esta cuasi equidistancia con el fiel de la balanza explica el porqué de que los españoles hayan votado alternativamente al PP o al PSOE durante los últimos 35 años y les hayan dado, cada cierto tiempo, la mayoría absoluta a uno u a otro. Así ha ocurrido siempre, con ciertas excepciones como la actual en la que entiendo que resulte muy difícil no estar cabreado con algunas cosas que pasan en la política.

Para mí, esto de hoy apoyar masivamente a un programa político y mañana a otro, significa un grado de inteligencia. Los españoles dan y quitan con la mayor de las naturalidades en función de lo que más les interesa. Aunque alguien un poco socarrón me explicaba que en España nunca se vota a un partido, siempre se vota en contra de un partido. Nunca a favor de alguien sino contra alguien.

Quizá valga aquella anécdota que corre por ahí sobre el día que Alfonso XII entró en Madrid para tomar posesión de su trono. Al parecer, se extrañó de que hubiera una multitud vitoreándole por la calle y paró su caballo blanco para preguntarle a un grupo de mujeres por qué le aplaudían (ya sabéis que el Rey era muy campechano) dado que no le conocían ni podían saber si iba a ser un buen rey (había crecido en el exilio). A lo que una de las mozas (la más descarada, supongo) contestó: No se preocupe Señor, más aplaudimos cuando echamos a la p….de su madre”.

Esta es nuestra grandeza, los españoles y, claro está los autónomos, nos gusta poner y quitar en función de lo que nos gusta o disgusta. O, quizá, los autónomos más que al resto. Porque la vida nos ha hecho eminentemente prácticos y estamos para pocas zarandajas. Diría que nos importa poco la política tal y como la conciben algunos, es decir, como mero juego de ver quién gana unas elecciones y ostenta el poder. Lo que nos importa, sobre todo, es que nos solucionen nuestros problemas, que nos quiten trabas y que se termine con algunas injusticias que soportamos. Bueno y, además, cómo no, que se reparta lo mejor posible la riqueza, se acaben las desigualdades y mejore nuestro Estado de bienestar.

Pero, si algo nos mueve a seguir o no a un político, es la manera como gestiona nuestros asuntos, los de los pequeños negocios, las tiendas, los talleres, los despachos. Y nos importan menos si eso lo hace uno u otro, si las medallas hay que dáselas a éste o a aquel. Lo digo porque un conocido político decía hace unos meses que no estaba dispuesto a apoyar ciertas medidas que solicitábamos y que pueden mejorar la vida de los autónomos porque no quería darle medallas a otro partido. Los autónomos siempre tenemos un montón de medallas en uno de los cajones de nuestra mesa de trabajo. Y nos encanta repartirlas a todos los que se ocupen de los verdaderos problemas del país, incluidos los nuestros.

Esto lo digo porque la Ley de Medidas Urgentes del Trabajo Autónomo comienza a entrar en su recta final de llegada al Parlamento y ahí se encuentran seis reformas que pueden venirnos muy bien a los autónomos, mejoradas tras un acuerdo entre el PP y Ciudadanos.

Ya han pasado siete meses desde que se presentaron, lo que nos dice que el significado de “urgente” no es igual para un político que para uno que tiene para pagar las nóminas cada mes. Cuestiones como poder cambiar de base de cotización cuatro veces al año en función de nuestros ingresos, que no nos cobren un 20% de recargo si nos pasamos media hora en el pago de nuestras obligaciones con la administración, que podamos desgravar los gastos habituales relativos a nuestra actividad o que las mujeres autónomas que quieran ser madres puedan hacerlo sin agobios, no son cosas baladís.

Lo que nos importa es que, ahora, nuestros representantes en el Congreso no se enmarañen con discusiones eternas ni con postureos políticos. Y que, una vez publicada la ley en el BOE, los mismos partidos puedan lanzarse a solucionar otras cuestiones que también nos importan -y mucho-, como un régimen sancionador que penalice a quién no nos paga a tiempo nuestras facturas, la reforma de nuestras pensiones o la creación de nuevos impulsos a la actividad emprendedora. Creo que a todos nos gustaría que la Ley saliera con el mayor consenso posible, por el bien de toda la economía, ya que los autónomos somos los hilos que componen la trama de la economía y, si a nosotros nos va bien, el consumo va mejor, el empleo crece, la inversión se reactiva… ¡Vaya!, que todo va mejor.

Los autónomos somos así de sencillos. No pedimos más que nos vayan eliminando trabas que nos impiden realizar nuestro trabajo. Y nos importa poco la política, ese tipo de política del juego de poderes. A cambio, sabemos ser agradecidos. Porque en esa pequeña raya que separa lo que nos beneficia de lo que nos perjudica, muchas veces nos va la vida.