Opinión

Viene una nueva crisis y parece que nadie hace nada

Hay quien piensa que las crisis sobrevienen y son inevitables. No estoy seguro de ello. Lo que sí es cierto es que todos llevamos meses oyendo que viene el lobo y, en todo este tiempo, nadie ha hecho nada para para mitigar sus efectos que afectarán, sobre todo, a los autónomos.
Viene una nueva crisis y parece que nadie hace nada

Hace tiempo que no escribo. Ya lo hice bastante durante mis 30 años de periodista. Hoy prefiero leer a otros que cuentan cosas mucho más interesantes que yo. Para hacerlo, necesito que algo realmente me haga saltar del asiento. Realmente habría muchos temas. Pero suelo contenerme. Sin embargo, esta vez me ha sido imposible. Y el hecho concreto han sido las previsiones, los barruntos, los anuncios, avisos e incluso amenazas de que se avecina una nueva crisis. Otra más. Y en este punto nacen dos preguntas: la primera es ¿ya se ha acabado la anterior?. La segunda, y casi mas importante: ¿alguien está haciendo algo para que nos afecte menos?. Y con alguien me refiero a quienes tienen poder y capacidad para poner los medios, las barreras, los espigones que frenen la marejada que ellos mismos anuncian. Me refiero a los políticos que llevan meses discutiendo sus cosas y no las nuestras: las que realmente importan a la ciudadanía. Cosas como nuestra prosperidad.

Como decía, los que saben de esto venían desde hace meses alertando de una crisis mundial que ya se vislumbraba en nuestra generación de empleo y en la caída del PIB español, ¿Por qué, entonces, los que tienen en su mano hacer piña, poner pie en pared, trabajar juntos en la protección de nuestra economía -y de los puestos de trabajo que pueden perderse o no crearse- se han dedicado más a discutir sus diferencias, sus pequeñas miserias?. ¿Por qué han preferido dejarnos durante meses indefensos, sin Gobierno, sin medidas que puedan frenar los efectos de esta crisis y, por tercer año consecutivo, sin presupuestos generales?  

Ya advierto que, como siempre, nos recetarán resignación. Volveremos a oír aquello de que hay que crecerse ante la adversidad. Porque, adelanto que no serán las grandes empresas, corporaciones de muchos millones de facturación, las que sufran la peor parte del tancredismo político. Seremos nosotros, los autónomos,  el eslabón más frágil de la cadena, los que no solemos tener ni músculo financiero, ni recursos para resistir una caída de ingresos, quienes -como siempre- suframos los peores golpes del tsunami. Y será así porque dependemos de la demanda interna, la que siempre primero se resiente. Dependemos además de otras empresas que, cuando vienen mal dadas, suelen retraer su inversión o su gasto.

Hemos perdido un tiempo precioso en estos meses del 2019 para atajar los problemas. Quizá en noviembre tengamos Gobierno (o quizá no) pero los efectos de esta crisis que nos viene de fuera, de Alemania, de Italia, de EEUU, de China, de Gran Bretaña, habrán calado ya en nuestra economía, y las medidas que quiera implementar el nuevo Parlamento llegarán tarde, como siempre. Y la receta, una vez más será aguantar el tirón.       

Recuerdo cuando algunos profesores intentaban enseñarnos el famoso ciclo de las crisis mundiales. Me quedaba absolutamente perplejo porque daba la impresión de que estos acontecimientos sobrevenían en la economía como si formaran parte de un destino inevitable. Como nos llegan cada año las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.  Incluso creo que muchos analistas piensan que es así, que existe un especie de demiurgo fatalista que nos aboca cada cierto tiempo (entre 7 y 15 años) a una especie de ajuste mundial en forma de crisis.

Y como tengo la manía -en mi supina ignorancia- de cuestionármelo todo, no acabo de creerme eso de que las crisis son algo que hay que soportar como si fuera un pedrizo en medio del campo, o un espantoso dolor de cabeza. Se me revuelve el estómago cuando escucho frases como:  ¡Qué le vamos a hacer! ¡Ya está aquí otra crisis!  Aún más, cuando hace poco, alguien que considero bien informado, me miró con sorna y me dijo: “pero alma de cántaro, las crisis suceden y no se paran porque hay quién gana mucho dinero con ellas. Es una cuestión de precio. O, dicho de otra manera, suceden porque, en un momento dado, todo comienza a ser muy caro para los que manejan las economías de los grandes países. Se les agotan las ganancias de la globalización y hay que bajar el coste de las cosas".   

No voy a caer en teorías conspiratorias, en pensar que lo que está pasando en Alemania proviene de una maléfica trama planeada por los alemanes, ni lo que sucede en Italia es fruto de la mala sangre de unas cuantas multinacionales, ni que el Brexit es algo más oscuro que la trágica estupidez de algunos ingleses.  Ni tampoco creo que al sector financiero le guste –me consta que no es así- entrar en la peligrosa espiral de intereses negativos. Otra cosa es la patética guerra comercial que ha declarado EEUU contra Europa y contra China a sabiendas de que va a a afectar a millones de pequeños productores de todo el globo, entre ellos, a miles de autónomos españoles. No voy a decir que las crisis se provoquen, pero sí voy a atreverme a cagarme en las muelas de los que hacen el agosto con ellas, porque tienen recursos para servirse de ellas mientras que los autónomos las sufrimos íntegras y sin Ibuprofeno.  

Me viene al pelo recordar las declaraciones que realizó Carlos Slim –no sé si la primera o segunda fortuna del mundo- allá por el 2008 cuando cínicamente reconoció que las crisis eran una oportunidad para sus negocios. Una oportunidad para comprar barato.  Y no lo decía en vano, ya que en el 2012 se lanzó a una escalada de adquisiciones por todo el mundo, cuando muchas compañías prácticamente pagaban por que compraran sus acciones. 

Como explicaba mi amigo, las crisis se producen después de una época de bonanza económica, cuando hay un pico de prosperidad y comienza a subir el coste de las cosas. La mayor demanda y el mayor consumo hace que los precios suban y, en contra de lo que podría parecer, cuesta más enriquecerse. Para ganar dinero hay que comprar barato y vender caro. Los precios de la mano de obra, de los inmovilizados (terrenos y locales), de las materias primas, han de ser bajos. El beneficio viene después, cuando vuelven a subir.

Nunca ha crecido más el número de ricos en España que en la pasada crisis 2008-2015, concretamente el 76% según los datos de la consultora Capgemini. Y, durante esos años, se dobló el número de los que tienen patrimonios superiores a 30 millones de euros, si atendemos a los datos de Hacienda. Por el contrario, se perdieron casi 300.000 autónomos durante la crisis. En mi pueblo se solía decir cuando algo estaba claro “verde y con asas: perolo”. Pues eso.

Y, datos aparte. Como ya he dicho, quizá sea verdad que estas crisis no puedan evitarse porque son fruto de múltiples aspectos y muchos de ellos exógenos. Pero los países con Gobiernos sensatos y prudentes,  se ponen en seguida a buscar medidas para paliar sus efectos.  Sus políticos suelen unirse para proteger sus economías y a sus ciudadanos. Justo lo contrario que está pasando en España, donde hemos vivido una excelente demostración de testosterona y liderazgos fallidos. Donde algunos partidos parece que barren para su casa, como si su casa no fuera todos y cada uno de los españoles, los que les votaron y los que no. En vez de trabajar para proteger a los autónomos, a las empresas y a los trabajadores, agravan más la situación con sus peleas partidistas, con sus fantasías independentistas, alargando una situación de inestabilidad política que afecta al dinero -siempre es miedoso-, a la confianza de quienes tienen que invertir y gastar para que les llegue algo a los autónomos y a los asalariados.  

Creo que la gente de a pié se ha dado cuenta de que, quienes deberían hacerlo, no están luchando para que España se defienda de la crisis que se avecina. Y temen -tememos- que, cuando logren aclararse y formar Gobierno, las medidas que hoy nos cuentan en las campañas electorales para rapiñar algún voto, lleguen mal y tarde. De ahí, la desafección que se está produciendo en el país con los protagonistas de la Carrera de San Jerónimo.  Porque a la mayoría nos interesan muchas cosas pero, la que más, es el bienestar de nuestras familias y la prosperidad del país. Y sobre eso tan sensible están sobrevolando enormes nubarrones sin que nadie nos diga si vamos a cuerpo o tenemos paraguas.