Opinión

Los mitos de las pensiones de los autónomos

Los mitos de las pensiones de los autónomos

El segundo tema que surge deriva del primero: “No me pagan, he tenido que pedir financiación y el banco me ha dado una tercera parte de lo que necesitaba”. El tercero son los impuestos y, en ese momento -no sé por qué- sube el tono y, como estemos en la sobremesa con dos copas, comienzan a surgir las palabras gruesas.

Y de los impuestos se pasa a las pensiones, sobre todo entre los que somos talluditos y se nos va acercando la edad de retiro… bueno, la oficial, porque los autónomos somos, según datos de la Seguridad Social, los que más tarde nos jubilamos. Muchos, incluso, morimos con las botas puestas.

Y cuando entramos en el tema de las pensiones comienza a elevarse un humillo que huele a chamusquina. A veces me asombro de lo poco que sabemos los autónomos sobre nuestras propias prestaciones sociales y la de veces que creemos que alguien se ha conjurado contra nosotros. Primera frase de manual: “He cotizado 35 años y me va a quedar una mierda de pensión”. Ese es el momento en que suelo preguntar: “¿Pero qué cuota pagas?”

Desgraciadamente, la mayoría que responde: “Pues la mínima, como el 80%, se trata de un impuesto más”. Ahí es donde suelo levantar la mano para hablar, porque detecto dos de esos postulados con los que los autónomos siempre nos damos cabezazos.

Nos gusta pensar que haber cotizado durante siete lustros es una verdadera machada y nos debe otorgar derechos especiales. Treinta y cinco años cotizados está muy bien, no todos lo consiguen. Pero es una exigencia legal que tiene todo español para cobrar su pensión íntegra. También los asalariados. No es una maldición bíblica que padecen sólo los autónomos.

Y cuando decimos eso de los 35 años solemos olvidar que nos hemos pasado toda la vida pagando el mínimo. Como si eso no contara. A una cuota baja le corresponde, obviamente, una pensión exigua, por muchos años que hayas cotizado. Me cuesta imaginar un alma de cántaro tan grande que piense que por 267 euros al mes la Seguridad Social nos va a poner un piso o comprarnos un Porsche.

Y ojo, esa pensión tan escasa podría ser aún más baja, hasta llegar a poco más de 350 euros al mes si no tenemos todos los años cotizados. Lo mismo que le pasaría a un asalariado.

Detraer una parte de nuestros pocos ingresos para pagar nuestras cotizaciones es muy duro y es cierto que no todos se pueden permitir cotizar más, ni por una cuota media.

Por este motivo, las organizaciones de autónomos lograron que el Parlamento aprobara una tarifa plana de 50 euros al mes para que los que empiezan en un negocio puedan hacer frente a esta carga. Y el mismo Parlamento ya está tardando en aprobar otra medida para que los autónomos con ingresos equivalentes o por debajo del Salario Mínimo Profesional puedan pagar también una tarifa plana. Pero eso es una cosa y otra lo que a veces vemos a nuestro alrededor: Autónomos con ingresos medios, e incluso altos, cotizando como indigentes, menos que sus empleados. Y me pregunto: “¿Al 85% de los autónomos nos van siempre tan mal las cosas y no disfrutamos en 35 años de alguna época de bonanza para permitirnos subirnos las cuotas?”

Y ahí entramos en otro mantra místico de muchos autónomos: “la cuota es un impuesto más y, por ese motivo, hay que elegir pagar lo menos posible”. La cuota no sólo tiene como consecuencia obtener una pensión, cubre muchas cosas más. Nos cubre ante una baja temporal o una peor, que puede dejarnos inválidos para trabajar. No hablemos ya de fallecimientos, lagarto, lagarto. Cotizar una cantidad razonable nos proporciona una pensión razonable de invalidez o poder dejarle a nuestra viuda/o algo más que una propina. Me contaba la mujer del dueño de un restaurante que su marido le había dejado en herencia un negocio que ella no sabía llevar (de hecho, cerró) y 400 euros de pensión, a pesar de que el negocio había ido muy bien toda la vida.

La Seguridad Social, aunque hay mucho interesado en denostarla, es una buena inversión. Ninguna compañía de seguros en el mundo es capaz de ofrecer una pensión vitalicia a sus asegurados y, si lo hiciera, valdría una fortuna.

Y pongo ejemplos: un autónomo que se empeñe en pagar la cuota mínima aportará a la Seguridad Social 112.140 euros durante su vida laboral. A cambio, ese mismo autónomo recibiría -con una esperanza de vida media de 20 años- un total de 188.640 euros desde que se jubile (786 euros al mes con cónyuge a cargo). Si hacemos el cálculo en función de la base máxima, habrá aportado 445.200 euros y recibirá unos 600.000 euros. Eso suponiendo que viva 20 años, porque si consigue llegar a los 95 ingresaría unos 900.000 euros con la máxima. Y si el Altísimo nos llama antes a su seno, nuestro marido, mujer o hijos cobrarían de nuestra pensión. No hay seguro, ni inversión, que garantice eso.

No entro a considerar a quienes piensan que, como ahora les va muy bien y tienen ahorrillos, no van a necesitar a la Seguridad Social. Piensan que ya se arreglarán por su cuenta. Esos me dan pavor a la vista de la última crisis.

Cuando llegamos a este punto, alguien resucita siempre otra serpiente de verano: “Ya, pero para qué voy a pagar más, si quizá algún día ninguno tengamos pensión”. Bueno, nadie tiene una bola de cristal y muchos afamados economistas han metido la pata jugando a Rappel.

Sin embargo, siempre suelo apuntar un dato que a mí me tranquiliza bastante. España, desde que se crearon las primeras mutualidades en 1901 y luego la Seguridad Social, ha pasado por guerras, crisis económicas, distintos regímenes políticos, diferentes gobiernos… y siempre, siempre, se han pagado las pensiones.

Yo desconfío de los lamentos de ciertos agoreros muy bien relacionados con compañías que venden seguros y planes privados. Varias veces nos han vaticinado el colapso de la Seguridad Social. El último apocalipsis estaba fijado para el quinquenio 2010-15. Y ahí seguimos. Ahora creo que hablan de 2020-2040.

Yo confío en que cobraré mi pensión y, por eso, intento hacer un esfuerzo -a veces ingente- por cotizar en función de lo que ingreso. Unas veces más y otras, cuando las cosas van mal, menos. Por eso es urgente que el Parlamento apruebe la medida que ya se está discutiendo para que podamos cambiar la cuota cuatro veces al año en función de cómo van nuestros negocios. Y otras reformas más que las organizaciones de autónomos han planteado en el Pacto de Toledo para ayudar a los que no pueden pagar su cuota y mejorar nuestras pensiones, como por ejemplo el destope.

Cuando en mis conversaciones con autónomos me meto en estos berenjenales siempre alguien se me echa al cuello. Pero pienso que si queremos una pensión pública decente tenemos que hacer por ello desde el minuto uno. Y que, tanto damos, tanto recibimos.

Como contribuyente, también exijo que las cabezas pensantes de este país sepan reformar el sistema para que, en cada momento, se garantice su sostenibilidad sin afectar al nivel de prestaciones. Como se ha hecho en otras ocasiones. Y confío en que entre todos lograremos generar más empleo para mantener una relación óptima cotizantes/pensionistas. Esa es sin duda la clave de bóveda y en eso, precisamente, estamos los autónomos.