Opinión

El Consejo del Trabajo Autónomo fue una cobardía política

El Consejo del Trabajo Autónomo fue una cobardía política

Eran tiempos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y esta administración, en connivencia con los sindicatos y la patronal, tuvo miedo de dejar que irrumpiera en el corazón del diálogo social un nuevo interlocutor. Bien es cierto que el CES no es realmente un foro donde se tomen decisiones. Su papel consiste en emitir dictámenes no vinculantes para ayudar al Ejecutivo a gobernar. Pero las materias que trata y discute -empleo, pensiones, impuestos…- atañen sobremanera a los autónomos y, como es lógico, queríamos tener la oportunidad de opinar, como hacían otros. Además, entrar en el CES suponía un símbolo –así lo entendíamos nosotros y también los que no querían que entráramos-, el primer paso para que los autónomos pudiéramos participar en las mesas del diálogo social donde realmente se toman decisiones que nos afectan y que, antes y ahora, otros toman por nosotros. A veces con bastante poca fortuna, por cierto.

Precisamente porque la entrada en el CES era un símbolo, patronal y sindicatos se esforzaron por no dar facilidades y el gobierno de entonces se acobardó. Y para que tampoco pareciera que a todo se nos decía que no, se inventó el Consejo de Trabajo Autónomo, otro órgano consultivo paralelo sin fuerza, en donde los autónomos tendríamos un máximo de 29 miembros (contando a los representantes de consejos autonómicos) sobre un total de 65 vocales. Era como cuando a un niño se le ofrece una piruleta para que deje de llorar cuando se le dice que no se le va a llevar al parque. Recuerdo alguno que nos decía entonces: “Para qué queréis más, si vais a tener vuestro propio consejo, ahora centraros en esto y más adelante ya veremos si podéis participar en el CES”. Por supuesto, cogimos lo que nos ofrecían en ese momento, pero jamás nos olvidamos de que nuestra meta era estar en los mismos foros que los demás y no aparte, como si contagiáramos algo.

Además, en este consejo también están representados nada menos que 12 vocales de los sindicatos y 12 de la patronal en virtud de las funciones de representatividad que les otorga el Estatuto del Trabajo Autónomo, por lo que ellos participaban de lo nuestro, pero nosotros seguíamos sin poder entrar en lo que consideraban suyo.

Lo cierto es que este Consejo de Trabajo Autónomo jamás llegó a constituirse y lleva siete años en el limbo de los justos, porque las organizaciones más representativas perdimos la fe en él, nunca lo vimos como algo verdaderamente útil y nos alejaba de nuestro verdadero objetivo, que no es otra cosa que los autónomos tengan verdadera voz y voto en las mesas del diálogo social donde se deciden las soluciones a nuestros problemas: pensiones, empleo, tributación...

Y, al final, la vida pone a cada uno en su sitio. Este consejo realmente no sirvió a sus creadores para su verdadero propósito, que era tapar una cobardía política para con los autónomos teniéndolos apartados en un corralito, como los ciudadanos de segunda que muchas veces nos han considerado. Quizá no contaban con que ATA se iba a esforzar durante todos estos años por corregir esta injusticia y para que se coloque a los autónomos en el lugar que nos corresponde.

Ahora estamos a las puertas de que el Parlamento apruebe la Ley de Medidas Urgentes para el Trabajo Autónomo, con temas tan importantes como poder cambiar de cotización cuatro veces al año, que no nos apliquen un 20% de recargo cuando nos retrasamos en el pago de nuestras cuotas, que las autónomas tengan más facilidades para ser madres, que nos podamos deducir ciertos gastos en el IRPF o que se amplíe la tarifa plana de 50 euros. Y también se nos abre la posibilidad de entrar por fin en el CES y en el diálogo social, una vez se apruebe la ley. El Parlamento tendrá la oportunidad de corregir una tropelía histórica que los autónomos sabremos agradecer.

Pero, aunque parezca mentira, en estos días ya ha habido alguno que pretendía reavivar el viejo Consejo del Trabajo Autónomo. No volvamos a resucitar la cobardía. Que no resurja otra vez como moneda de cambio, como premio de consolación. ATA participará en el Consejo Estatal del Trabajo Autónomo -con la fuerza que nos da ser la primera organización de autónomos- cuando se implementen, sin tapujos ni complejos, mesas de diálogo entre Administración y los legítimos representantes de los autónomos, o cuando los autónomos se incorporen de pleno derecho al CES. El día que se acabe la cobardía, el día que se reconozca al colectivo como un verdadero interlocutor social, no nos importará estar en ese circo en el que algunos quisieron convertir el Consejo del Trabajo Autónomo.