Opinión

Los taxistas que estiran el chicle del victimismo cada vez son menos

Fracaso de asistencia en la enésima manifestación de parte de los taxistas madrileños contra la competencia de los vehículos de arrendamiento con conductor al servicio del taxi.

Los taxistas que estiran el chicle del victimismo cada vez son menos

División entre las organizaciones de taxistas de modo que la convocante, la Federación Profesional del Taxi, solo resulta apoyada por Elite Taxi Madrid -sucursal madrileña del ala más radical del taxi afincada en Barcelona-, sin lograr el apoyo de la Asociación Gremial y la Asociación Madrileña, ambas de corte más moderado, pero tampoco el de Plataforma Caracol, liderada por “peseto loco”, que se queda en el banquillo, pese a ser un tradicional de las manifestaciones madrileñas del taxi.

Esta división no solo refleja los diversos puntos de vista de los diferentes grupos de taxistas madrileños, heterogéneos por naturaleza y vocación, sino las cicatrices de una herida que aún no está cerrada tras los paros del invierno de 2019 con epicentro en la feria de turismo (Fitur). Miles de taxistas quedaron defraudados y distanciados de los líderes de aquel “pronunciamiento madrileño”, quienes, pese a revalidar su mandato en sus propias asociaciones, han quedao aislados del sentimiento de la calle.

Los taxistas madrileños, son cada uno “de su padre y de su madre”, coincidiendo en muy pocos asuntos. Ahora uno de ellos es que los conflictos, manifestaciones y paros no son medios eficaces de mejorar su posición cuando se intentan emplear como medios de presión negociadora contra el gobierno regional.

Básicamente porque la competencia de las VTC a la que pretenden atacar y eliminar, se “pone las botas” durante estos episodios, mientras que los usuarios del servicio, despotrican contra los taxistas, agotada ya toda compresión empática con sus demandas, y, como remate, la solidez y respaldo social de la presidenta de la Comunidad de Madrid, a la que los taxistas pretenden poner en el foco de la politizada protesta, no sólo no pierde enteros, sino que se refuerza al enviar a los madrileños un mensaje de firmeza contra aquellos que anteponen sus intereses propios a los de la libertad de elección de los usuarios, la competencia y, en definitiva promueven barreras contra la marcha de la tierra de la libertad, las oportunidades y el esfuerzo; seña distintiva de Madrid frente a los territorios lastrados por el intervencionismo, nacionalismo y sectarismo.

En definitiva, en el Madrid de hoy en día no “vende” plegarse al socialismo frente a la Libertad. Y mucho menos el eterno victimismo, incluido anuncios de apocalipsis que nunca llegan, y hartan bastante al madrileño medio.

Sobre el fondo del asunto, resulta paradójico que la misma parte del sector que más se radicalizó en 2019 para que la Comunidad de Madrid, presidida por Ángel Garrido, regulase las VTC, se manifieste ahora en contra de que esto se lleve a cabo.

Porque, dejando de lado el sectarismo o la especial inquina de los convocantes contra Díaz Ayuso (pese a que no ha realizado desde su Gobierno ninguna actuación legal o reglamentaria relativa o perjudicial para el sector del taxi), por lo que protestarán los taxistas que acudan a la manifestación, no es realmente por la aprobación de una ley que permite dar continuidad al statu quo actual del mercado de movilidad de taxis y VTC, sino porque el Gobierno regional no expulsa a sus competidores del mercado y perpetúa  el discurso victimista del que los taxistas que no apoyan estos actos de protesta quieren hacer acto de renuncia y pasar página, para dedicarse a trabajar, competir y ganar dinero en un mercado al alza, gracias a una regulación eficiente.

En otras palabras, los taxistas de Madrid quieren ser como los de Barcelona, pero disfrutando de la bonanza y crecimiento de Madrid. Sorber y soplar a la vez.

Porque la “excepción madrileña” no es casual, y responde a que la regulación del Reglamento madrileño del Taxi de 2019 haya desplegado bien sus efectos sobre el mercado de la precontratación de servicios por plataformas digitales, que los usuarios han aplaudido las medidas flexibilizadoras y la convergencia en plataformas entre taxistas y vehículos de alquiler con conductor cada día es mayor, y que en consecuencia ese mercado ha triplicado su volumen y los ingresos de los taxistas vinculados al mismo son mayores.

El propósito de inocular el virus de la sana competencia entre las modalidades de taxi y VTC ha surtido efecto y la diversidad, competitividad en precios y calidad de los servicios ha subido mucho, de modo que también el mercado se ha recuperado, incluso mejor de lo esperado, y los taxistas están recuperando sus buenas cajas de antaño, por lo que empieza a estar de más el victimismo endémico de este sector.

Los escasos manifestantes deberían darse cuenta de que el taxi, además de un servicio público, es un negocio para ganar dinero. Si alguien no quiere incrementar sus ingresos es su decisión, pero se debe permitir crecer y trabajar a quien quiera ganarlo, dado que el uso de aplicaciones digitales es abierto y carente de exclusivas. El taxista siempre tiene la libre decisión de trabajar en más o menos en el segmento de contratación directa o en el de la precontratación y puede equilibrar a su conveniencia el porcentaje de servicios prestados en cada modalidad y con diversas plataformas, emisoras, etc., como se viene haciendo cada vez con más intensidad, puesto que hay mayores ingresos trabajando en esta modalidad.

Resulta así interesante preguntarse por qué las asociaciones de taxistas que apoyaron la creación de los precios cerrados en la Comunidad de Madrid y que hace ganar más a los taxistas, intentan impedir su efectiva implantación en el mercado de los servicios precontratados compartido con las VTC. ¿A quién le conviene extender la miseria del cuanto peor, mejor?

Aunque parece que estas maniobras han fracasado y lo seguirán haciendo en lugares como Madrid, resulta inconcebible la estrategia de los manifestantes de “estirar el chicle del victimismo” frente a la alternativa de apoyar reformas a favor del taxi que mejoren su posición competitiva en el mercado y la calidad de sus servicios.

La Comunidad de Madrid ha planteado a la par acometer un Plan de Medidas de Mejora para el Taxi, dotado de ayudas y medidas de regulación sectorial entre cuyos puntos se incluyen también cambios en el Reglamento madrileño del Taxi, para promover la idea de “mismo mercado, mismas reglas” y la flexibilización del mercado, requisitos de actividad y tarifas de los taxis.

Tras la puesta en escena de la fracasada manifestación, las organizaciones del taxi tienen una nueva oportunidad para abandonar el “cuanto peor, mejor” ¿la aprovecharán o repetirán la historia para lastrar el servicio de taxi?