Opinión

Gestores Administrativos: 170 años por la economía formal

Si de algo adolecemos los españoles es de ser percibidos como un país excesivamente burocrático y, dentro de esa maraña administrativa, de ser, con creces, parsimoniosos e ineficientes

Gestores Administrativos: 170 años por la economía formal

En ocasiones, hemos sido nosotros mismos quienes hemos propagado esa imagen peyorativa. Nuestro máximo exponente del romanticismo español, Mariano José de Larra, en el archiconocido artículo “Vuelva usted mañana (1833), esgrimió una ácida crítica al pecado capital de la pereza contando como protagonista a la farragosa Administración Pública española de la década de los treinta del siglo XIX.  

Bien es cierto que, históricamente, en el siglo XIX, en España no se dieron las condiciones sine qua non para el establecimiento temprano de una Administración Pública eficiente, como sí sucedió en Reino Unido, Francia y Alemania. En estos, la fuerte e intensa industrialización exigía un papel activo al Estado en materias de diversa índole como la gestión de infraestructuras de transporte, la demanda de mano de obra alfabetizada y la puesta en marcha de un sistema de seguridad social universal, tal y como sucedió en la recién gestada Alemania de Otto von Bismarck. 

La débil penetración del motor de la industrialización en nuestro país conllevó la pervivencia de una Administración Pública anclada en un modelo clientelar e ineficiente. No sería hasta la década de los sesenta del pasado siglo cuando se sientan las bases de una función pública profesional y con garantía de seguridad jurídica con la conocida como Ley articulada de Funcionarios Civiles del Estado (1964). La modernización de esta Administración Pública tendrá lugar ya en la historia reciente, en los años de la Transición y democracia, hasta llegar a la actualidad con importantes retos como la tramitación electrónica, la transparencia, la participación ciudadana y la accountability, ese concepto anglosajón sin equivalente español que se refiere a la “rendición de cuentas”. 

Si bien la construcción de un sector público sólido llegaría con demora, tan sólo catorce años después de esta visión pesimista de la idiosincrasia española, daría comienzo la historia de los gestores administrativos que en 2017 cumple 170 años. Una profesión que nació con vocación de facilitar la ineludible tarea a la que se enfrentan ciudadanos y empresas a la hora de entablar relaciones con el sector público en el cumplimiento de sus obligaciones administrativas e impositivas. 

Desde 1847, año en el que Su Majestad la Reina Isabel II aprobó el Real Despacho que aprobaba la creación del Colegio de Agentes de Negocios de Madrid y que supuso la primera piedra al reconocimiento institucional de la profesión, los gestores administrativos hemos sido testigos activos de la profesionalización y modernización de esta ancestral relación público-privada. Cierto es que este progreso es sempiterno y que, unos y otros, nos hallamos en un estado de perpetua transformación.

Conscientes, tanto la Administración Pública y los gestores administrativos, de este imperativo de evolución constante, nuestra historia común ha tratado de caminar unida. Y así, paralelamente al proceso de creación del actual Estado de Derecho y sistema impositivo moderno, junto al acaecimiento de importantes cambios sociales, normativos o tecnológicos, esta figura profesional ha sabido reinventarse e, incluso, ir por delante para adaptar su labor a las necesidades y demandas de un entorno cada vez más complejo y en el que prácticamente cualquier actividad humana está regulada. Un campo de juego que resultaría inabarcable para cualquier ciudadano de a pie. Este rol no sólo abarca la tarea de representar los intereses particulares, sino también de ejercer una importante labor pedagógica ante ciudadanos y empresas de la naturaleza administrativa. 

En estos días, en los que casi veinte millones de españoles deben presentar el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, la labor de los gestores administrativos cobra especial relevancia al facilitar y velar por el correcto cumplimiento de un trámite repetido año a año para más de la mitad de los ciudadanos de este país. Este sólo es un pequeño ejemplo tan naturalizado por los ciudadanos que se puede tender a subestimar el rol que brinda este profesional, pero que, sin su presencia, muchos ciudadanos podrían encontrar obstáculos, incluso de complejidad técnica, para cumplir con este mandato tributario. 

Cierto es que la construcción de una Administración Pública española eficaz, moderna, ética y transparente llegó sosegadamente, lo que dio alas a literatos costumbristas de nuestro país que no fueron nuestros mejores embajadores. Pero llegamos y, en esta carrera de fondo, los gestores administrativos hemos sido fiel aliado del país durante ya 170 años poniendo nuestro granito de arena en la férrea consolidación de la economía formal. Y aquí nuestra contribución esencial a este mandato: pasamos del “Vuelva usted mañana” al “No se preocupe, nosotros nos ocupamos”.  Y con garantía, excelencia y calidad, atributos que mejor definen nuestra profesión.