Opinión

Hemos hecho creer a los jóvenes que no pueden emprender

El número de autónomos menores de treinta años se reduce año a año. Cada vez menos jóvenes quieren emprender y desarrollar una actividad por cuenta propia. Una pésima noticia para todos, que denota que algo estamos haciendo mal, a nivel gubernativo, pero también como sociedad.

Hemos hecho creer a los jóvenes que no pueden emprender

Los jóvenes ya no quieren ser sus propios jefes, emprender y materializar una idea. Cada vez menos quieren luchar por algo propio. Cuando un joven plantea en su círculo familiar y de amistades que quiere emprender nunca faltará un comentario que lo tache de soñador, o de iluso. Y no podemos culparles a ellos, los cambios normativos, las trabas administrativas o la morosidad serán problemas a los que se enfrentarán aquellos que decidan dar el paso. La soledad será su compañera, y esto desde el primer momento de su alta. Cuestiones, todo sea dicho, a las que se enfrentan los autónomos desde siempre. Los poderes públicos no nos lo ponen fácil, no, pero la falta de cultura emprendedora es la principal lacra a la que nos enfrentamos. Flaco favor nos hace el repetirnos de manera automática que emprender es un error.

Nuestros jóvenes están más formados que nunca, disponen de medios de aprendizaje que están en la palma de su mano a través de cualquier dispositivo electrónico y, no lo olvidemos, son nativos digitales, por lo que la digitalización no es ningún reto para ellos.

España cuenta con un 29,9% de tasa de desempleo juvenil a la vez que los datos de afiliación al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos de personas entre veinte y treinta años va cuesta abajo. Se pone de manifiesto que son necesarios cambios sustanciales, ya que nuestra sociedad no puede funcionar bien sin un tejido empresarial sólido.

Es necesario que acerquemos el emprendimiento a las aulas, que los institutos, las universidades y los centros de Formación Profesional incluyan en sus planes de estudios formación en materia de autoempleo. Y, por descontado, que esta formación sea aderezada con visitas a empresas y rondas de charlas en las que autónomos y empresarios de diversos sectores cuenten a los alumnos cuál ha sido el camino de sus emprendimientos, porque muchos jóvenes quizás así encuentren referentes. Es importante que les enseñemos educación financiera y que les ayudemos a gestionar el fracaso, que muchas veces es la clave para llegar al éxito. Que pongamos en valor la figura del empresario y del autónomo como personas que son capaces de dar un paso al frente y arriesgar día a día su patrimonio para generar riqueza y trabajo y dejemos de demonizarles. Y también es muy necesario que creemos herramientas efectivas que hagan posible el relevo generacional, facilitando que nuestros jóvenes puedan tomar las riendas de negocios fructíferos; y todo ello, desde la colaboración público-privada.

Son solo algunas ideas, pero afirmo que podemos hacer más. Sé que no tengo la varita mágica, ni la receta del éxito, pero también sé que si no hacemos esto, o al menos lo intentamos, nos estaremos perdiendo grandes autónomos y empresarios por ese mantra que nos repetimos (y les repetimos) una y otra vez de que emprender es una locura. Negocios que se podrían crear con baja inversión y que tendrían infinitas oportunidades, negocios, que crearían riqueza y empleo, y dinamizarían nuestros pueblos y ciudades. Negocios que nunca serán porque les hemos hecho creer que no pueden, cuando no es verdad.