Opinión

Hay que parar los pies a las aseguradoras sanitarias

El 91,3% de los profesionales de la Podología considera que los servicios que prestan a las sociedades o mutuas sanitarias no está bien pagado. 
Hay que parar los pies a las aseguradoras sanitarias

El 91,3% de los profesionales de la Podología en España considera que los servicios que prestan a las sociedades o mutuas sanitarias no está bien pagado. Así lo refleja el Estudio Socioprofesional de la Podología en España que hemos realizado desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos. A esta macroencuesta, realizada a finales de 2020, respondieron 2.666 personas colegiadas, en torno a un tercio del total de profesionales de podología en España.

Según este estudio 4 de cada 10 profesionales de la Podología (el 41,9%) trabajan con este tipo de aseguradoras. Y las conclusiones son claras: estas compañías pagan mal y, en algunos casos, tarde. Es necesario que las compañías sanitarias establezcan un diálogo fluido y ordenado con el Consejo General de Colegios de Podólogos, ya que representamos a los 7.800 profesionales que ejercemos en este país. Y en este diálogo no podemos dejar de hablar de que haya una remuneración profesional adecuada y acorde a la calidad prestada, pero, sobre todo, debe estar centrado en la ampliación de los servicios podólogicos cubiertos, ya que las competencias de podólogas y podólogos van mucho más allá de una sencilla quiropodia.

Las compañías de salud deben entender que deben abandonar la práctica habitual de contratos individuales y unilaterales con cada profesional de la Podología. El Consejo de Colegios de Podólogos, como entidad que agrupa a todos los colegios profesionales y representa a sus colegiados, tiene que ser el interlocutor permanente ante las aseguradoras y la patronal que las agrupa para abordar estos temas.

Aunque, como reconocen algunos podólogos y podólogas en este Estudio Socioprofesional, no todas las compañías son iguales, es cierto que están sin desarrollar todas las competencias de los profesionales del pie en los servicios que cubren las compañías privadas. Un podólogo puede tratar todas las afecciones de pie y tobillo, sin derivación de ningún otro profesional sanitario, con plena capacidad de diagnóstico, solicitud de pruebas, prescripción de fármacos, y tratamiento, incluso quirúrgico.

Desde el Consejo de Colegios de Podólogos hemos tenido en los últimos años numerosas reuniones con las principales compañías para ampliar los servicios podológicos cubiertos en sus pólizas en beneficio de sus pacientes. Porque la mayoría de las aseguradoras solo incluyen la quiropodia, un servicio muy básico y de menor valor añadido, entre los actos terapéuticos que ofrecen a sus asegurados.

Esta realidad se ha agravado durante la pandemia: los profesionales que trabajaban con aseguradoras han visto como su histórica baja remuneración hacía inviable atender a estos pacientes con los costes derivados de las nuevas medidas sanitarias. Desde el Consejo conseguimos, durante el primer confinamiento domiciliario, que algunas compañías incrementasen, al menos temporalmente, sus tarifas. De lo contrario, muchos compañeros se iban a ver abocados a tratar únicamente a sus pacientes privados relegando a los de las compañías.

Para el tratamiento de cada paciente, las clínicas podológicas hemos tenido que incrementar las medidas: más tiempo entre citas para no juntar personas en las salas de espera, lo que disminuye los pacientes atendidos; utilización de mascarillas, batas quirúrgicas estériles,  guantes, gel, desinfectante de superficies... Además, en los primeros meses de la pandemia, al trabajar en la sanidad privada, vimos mermada la adquisición de estos epis y los pagamos a precios desorbitados, lo que aumentó el coste de cada tratamiento. Es decir, más costes y menos pacientes.

Hay que recordar que los profesionales de la Podología, como profesionales sanitarios que somos, fuimos declarados “esenciales”… pero nuestras consultas se quedaron vacías al inicio de la crisis sanitaria de la Covid-19. El país se paralizó y nuestros pacientes, también. El miedo al coronavirus y la prohibición de salir de casa, excepto para urgencias, hizo que en muchas consultas no sonase el teléfono. A esta situación difícil, que el paso del tiempo ha mejorado algo, se suma esta insensibilidad de las compañías de salud privadas a las que debemos parar los pies.