El intrusismo puede acabar con un negocio del siglo XVI

En España cuesta encontrar un verdadero luthier

En España es difícil encontrar a un verdadero luthier que cree con su manos un hermoso violín. Estos pequeños talleres de artesanía, que no llegan a 1.000 en toda España, se quejan de que tienen que luchar contra los que dicen saber el oficio "tras haberse visto un tutorial en un vídeo y los que trapichean con la venta y compra o reparación de instrumentos", hiriendo gravemente a un oficio del siglo XVI. Incluso, denuncian, que hay un mercado negro de maderas de árboles protegidos con los que fabrican los instrumentos.

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Imagen del taller de la Casa Parramón.
En España cuesta encontrar un verdadero luthier

En España cuesta encontrar un verdadero luthier que realice la magia de crear un violín único, capaz de emocionar cuando acaricia sus cuerdas un músico experto. O reparar una pieza única salida de las manos del divino Stradivarius. Este oficio artesanal, que data del siglo XVI y que consiste en la reparación, mantenimiento y construcción de instrumentos de cuerda frotada por arco, “está muriendo”. Y, según dicen, el intrusismo que vive el sector, entre los que dicen ser luthiers sin estar formados y los que se dedican a trapichear con los instrumentos, es una de las principales causas.

“El sector en general está muriendo. Y una de las mayores lacras que llevamos arrastrando desde siempre es el intrusismo. Como no somos un oficio que esté profesionalizado, no tenemos un título oficial, ni un colegio profesional que regule la entrada al sector, mucha gente sin conocimientos ni formación consigue una licencia de apertura y abre un taller”.

Con estas palabras Jordi Pinto -luthier, propietario y gerente de la Casa Parramón, y miembro de la Asociación Española de Luthiers y Arqueteros Profesionales (AELAP)- explicó lo sencillo y fácil que es para algunos decir en España que son luthier. Y aseguró que por ello “luego pasa lo que pasa”, como la reparación de violines históricos que acaban en un completo desastre y/o la compra de instrumentos que no suenan de forma correcta.

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Imagen de Jordi Pinto, propietario y gerente de la Casa Parramón.

La mayoría de los luthiers ‘de verdad’ se forman durante varios años (unos cuatro) en escuelas profesionales, frecuentemente extranjeras, dónde se les enseña a trabajar con las herramientas que se utilizaban hace siglos y también con las más modernas. “Esto es un oficio maravilloso, pero que no se aprende viendo un par de vídeos” aseguró maestro arquetero, Francisco González. La formación y el conocimiento son cruciales en este oficio pues “tu no puedes reparar un instrumento del siglo XVIII, rebarnizándolo como uno del XXI. Nuestra labor tiene que ser respetuosa manteniendo el espíritu del autor, y empleando las herramientas y las técnicas que se utilizaban” apuntó Pinto. Él aprendió el oficio en casa pues representa la tercera generación de una familia de luthiers.

El trapicheo de instrumentos

El intrusismo que está llevando a una situación límite al sector proviene también de aquellos que no tienen un negocio y no están dados de alta. Eso les permite poner unos precios irrisorios contra los que los verdaderos luthiers no pueden competir. El maestro arquetero, Francisco González, contó que conoció el caso de una “orquesta muy importante” dónde uno de los músicos se ofrecía para hacer el mantenimiento del arco al resto de músicos cobrando “mucho menos y sin pagar impuestos”.

Si el luthier intruso tuviese su propio taller y estuviese dado de alta en la Seguridad Social, seguramente pondría el mismo precio que González. “Mis arcos son más caros porque el 41% del precio son impuestos… Somos autónomos y se nos machaca mucho. Y obviamente algunos músicos acuden a quién le cobra menos”. Para éste pequeño artesano, la crisis económica de 2008, “y de la que anuncian que ya estamos saliendo”, se ha transformado en “una enorme crisis de valores. Ahora la gente no aprecia las cosas, solo ve el precio” afirmó.

González-arqueteroImagen de Francisco González, maestro arquetero. Foto: www.arcos-gonzalez.com

También los luthier en España sufren lo que Jordi Pinto denominó como “trapicheo de instrumentos”. Se refiere a cuando una persona del mundo de la música, o incluso una tienda, se dedica a vender y comprar instrumentos que luego no suenan como deberían; o que en vez de encargar la reparación del instrumento lo que hacen es intercambiarlo por otro; o “cualquier otro caso que se te ocurra, pues seguro que se ha dado”.

Esta situación de intrusismo no es única en España. Tanto Pinto como González son miembros de la asociación internacional de Luthier (AMLuthiers) y ambos aseguran que el sector está igual en el extranjero.

“No seremos más de 1.000 luthiers”

El boca a boca, el trabajo bien hecho y la trayectoria son los tres indicadores que una persona tiene que tener en cuenta cuando busque un luthier. Para identificarlos de forma más directa se puede acudir a las asociaciones. El sector, reveló Pinto, cuenta con dos asociaciones y en ellas suelen estar dados de alta los profesionales "serios. Aunque hay luthiers muy buenos que no forman parte de ellas y que están fuera, igual que los intrusos”.

Este artesano no puede ofrecer un dato exacto de cuántos profesionales tiene el sector pero sí asegura que “somos un colectivo muy pequeño, no creo que lleguemos a 1.000 en toda España. Y en su mayoría somos pequeños talleres, en los que trabajan entre una y cinco personas”.

Pinto aprovechó para aclarar una confusión que hay sobre el sector y es el hecho de que se englobe bajo la palabra luthier a todos los que se dedican reparación, mantenimiento y construcción de instrumentos de cuerda. “Fue a mediados del siglo XIX cuando se empezó a utilizar la palabra luthier para todo. Pero ésta viene del francés y es exclusiva de los artesanos de instrumentos de cuerda frotada por arco. He llegado a ver el término luthier asociado a baterías…”

Ser un colectivo tan pequeño, y en muchos aspectos muy divido, pues hay mucha “mala competencia”, les perjudica a la hora de poner en marcha acciones que frenen el intrusismo y profesionalicen el sector. “La Administración pasa de nosotros y Hacienda solo se acuerda de nosotros para cobrar” apuntó González.

En cuanto al coste de su trabajo, aseguran que puede variar muchísimo. Pinto asemeja este oficio al de un médico y dice que “puedes encontrar instrumentos con pequeñas averías que se pueden solucionar por 50 euros. Y luego hay otros trabajos, más complicados, para los que es necesario intervenir y que pueden llegar a los 1.000 euros o más”. Por su parte González comentó, “para que te hagas una idea de precios, hay arcos que pueden costar 15.000 euros”.

Muchas materias primas son especies protegidas

Otro problema que muchos luthiers están empezando a sufrir es la dificultad para encontrar materias primas. “Muchos de los materiales que se utilizan para crear los arcos o los instrumentos provienen de especies de árboles protegidos” reveló González.

Este es el caso del pernambuco, la caesalpinia echinata, el palo santo o el ébano, que “están protegidos y que tienen un mercado negro entorno a ellos. Me llegan anualmente correos de compañías que me ofrecen este tipo de materiales, pero son ilegales y yo nunca les compro nada” aseguró este artesano. Que también denuncia la explotación que se está haciendo del abeto, que se utiliza para fabricar principalmente los arcos. “Hay fábricas que talan un montón de abetos para producir en masa miles de arcos, lo que pone en peligro la supervivencia de este tipo de árbol”. Y destacó que “no es lo mismo la producción en masa, que de manera artesanal".

Los músicos son principales clientes

Los principales clientes de los luthiers son los músicos. Ya sean amateurs, estudiantes o profesionales. Éstos dedican varias horas a la semana, incluso al día, a tocar un instrumento. Necesitan que funcione a la perfección y, sin embargo, muchos no tienen conciencia del cuidado y del mantenimiento del mismo.

“A los músicos se les enseña a tocar, pero no se les enseña cómo sacar el máximo provecho de su instrumento de trabajo” dijo Pinto. Según relató, hay músicos que se gastan mucho dinero en un instrumento muy caro, pero que luego tocan con un arco mediocre. O que no lo llevan a una revisión periódica, o que no lo cuidan bien.

La crisis económica ha hecho mucho daño al colectivo de la música y “si el músico sufre, gasta menos y los talleres tenemos que aguantar. La venta de ciertos instrumentos ha mermado mucho”. Además, las ventas por internet también les han perjudicado, pues sus clientes encuentran opciones más baratas aunque “claro, luego el instrumento no suena al nivel que pide el profesor” afirmó Pinto.