Se trata de rentabilizar los bienes adquiridos

La importancia de diferenciar entre la amortización fiscal y la contable

Un bien adquirido para el negocio, como un vehículo profesional, pierde su valor paulatinamente con su uso y el paso del tiempo. Por lo que es necesario rentabilizar esta compra lo máximo posible.

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La importancia de diferenciar entre la amortización fiscal y la contable

Cualquier material que el autónomo adquiere para su negocio tiene fecha de caducidad. Con el uso y paso del tiempo va perdiendo valor. Podría ser el caso de un vehículo profesional o un ordenador. Estas compras, llamadas activos fijos, sufren lo que comúnmente se denomina depreciación y a nivel contable y fiscal se conoce como amortización.

La amortización es uno de los conceptos más importantes para la administración de un negocio, ya que tiene un impacto directo en su rentabilidad y, también, en algunas obligaciones del autónomo como la declaración de la renta. Este término tiene diversas acepciones según las circunstancias en las que se utiliza. Desde el punto de vista financiero, se entiende como la parte de los pagos de una deuda que va destinada, no al pago de intereses, sino a la devolución del capital. También se puede tratar de una inversión y, en este caso, la amortización se refiere a cómo se compensa un desembolso y se generan rendimientos a partir de él.

En todo caso, las acepciones que tienen interés para los autónomos son dos: la amortización contable y la amortización fiscal. Cada una de ellas con sus peculiaridades y formas de calcular.

Amortización contable

Desde el punto de vista contable, se entiende como amortización la representación en la cuenta de pérdidas y ganancias de la depreciación que experimenta el material adquirido (activo fijo). Por lo que también hay que tener en cuenta la llamada obsolescencia técnica o comercial. En otras palabras, la depreciación  natural que sufren los productos, como por ejemplo, stock en el almacen al que no se da salida.

“Imaginemos, por ejemplo, que adquirimos una máquina. A medida que la vayamos empleando en nuestros procesos irá, paulatinamente, sufriendo un deterioro. Pero, aunque no la usáramos, tampoco conservaría  su valor. Lo mismo sucedería cuando salgan al mercado otras opciones más modernas para realizar las funciones que se llevaban a cabo con ella”, explicaron desde Sage. Por lo que la mejor opción será distribuir ese deterioro progresivo del valor de determinados activos a lo largo de los años.

Pasos para amortizar un activo

Dado que la devaluación del producto o material es inevitable, es necesario rentabilizar de forma correcta la adquisición. Para ello, desde Sage sugieren llevar a cabo una serie de pasos. La primera fase pasa por determinar cuál es la vida útil del activo amortizable. Es decir, el plazo de tiempo en el que se pretende hacer uso del material..

El siguiente paso será realizar una estimación de cuánto se podría obtener en el momento que finalice la vida útil del producto por su venta. Del mismo modo que habría que realizar una estimación de los gastos que supondría esta depreciación. El resultado obtenido de restar los gastos a los ingresos por venta o utilización secundaria será el valor residual (lo que de verdad cuesta sin tener en cuenta la amortización). El resto de su valor será la amortización, es decir, el valor que se ha aprovechado en el tiempo de vida del producto.

“Por ejemplo, imaginemos que adquirimos un activo por 100 euros y que, pasados los 12 años en los que se espera que podamos utilizar el activo, podríamos venderlo por 12, pero tendríamos unos costes derivados de dicha devaluación de 2 euros. En ese caso, el valor residual sería de 10 y, por lo tanto, a lo largo de esos 12 años deberemos amortizar los 90 euros restantes”, explicaron desde la entidad.

Amortización fiscal

Para conocer la amortización fiscal de un material, primero, es necesario haber calculado  la amortización contable, ya que, por norma general, no es posible deducirse unos gastos de amortización que no hayan pasado antes por la cuenta de pérdidas y ganancias.

Sin embargo, puede darse el caso de haber calculado una amortización superior a la fiscalmente deducible. En este caso, sólo podremos desgravar hasta el límite que marca la ley y se tendrá que retrasar para los años siguientes ese 'plus' de deducción de la amortización contable que exceda de la fiscal. Existen varios métodos de amortización fiscal.

Amortización lineal

Desde Sage explicaron que, dependiendo del tipo de bienes que se hayan adquirido, se podrá aplicar uno u otro método para calcular la amortización. El que es aplicable a todo tipo de activos es el método de amortización lineal. Básicamente, consiste en deducir en todos los ejercicios el mismo porcentaje sobre el valor de adquisición o coste de producción del activo en cuestión.

El coeficiente de amortización lineal que puede deducir el autónomo está limitado al valor máximo que marca la normativa para cada tipo de activo y un mínimo que sería el resultado de dividir el 100% entre el número máximo de años que fija la Administración para ese material en cuestión.

Aplicación de un coeficiente constante

Para este segundo método, lo primero será elegir el período de amortización que deberá estar situado entre el período mínimo y el máximo que hubiésemos aplicado en el método de amortización lineal.

Posteriormente, se deberá calcular el porcentaje constante, que resultará de multiplicar el coeficiente lineal que hubiese correspondido para el período de amortización elegido por la cifra que corresponda de las siguientes:

  • 1,5, si el período de amortización es inferior a 5 años.
  • 2, si el período de amortización es igual o superior a 5 e inferior a 8 años.
  • 2,5, si el período de amortización es igual o superior a 8 años.
Ese porcentaje que, en ningún caso será menor del 11%, se aplicará cada año al valor que quede pendiente de amortizar. No obstante, el último año del período de amortización elegido, se deducirá todo lo que quede hasta que el valor fiscal del activo sea únicamente su valor residual.